lunes, 9 de agosto de 2021

UNA PEQUEÑA HISTORIA DEL JAZZ (V)






CAPITULO 4.
1940: EL BEBOP Y EL NACIMIENTO DE LA EDAD MODERNA DEL JAZZ.


A finales de los años 30 el Swing entraba en una fase de anquilosamiento convirtiéndose en la estandarización de clichés mil veces oídos y constantemente repetidos, todo fruto de buscar un producto fácil de vender y asequible a una mayoría. Como respuesta, músicos como Coleman Hawkins, Charlie Christian o Lester Young empiezan ya a experimentar con nuevas formas. A éstos se unirá rápidamente un grupo de jóvenes músicos negros que veían el jazz desde una perspectiva diferente. Sentían que las big-bands habían agotado su capacidad expresiva, se encontraban excesivamente estructuradas, sus arreglos musicales no permitían lugar suficiente para la improvisación, los ritmos eran demasiado estereotipados y consistían en una mezcla de fórmulas de simples síncopas, las melodías estaban demasiado ligadas a los compases de cuatro y ocho tiempos, correspondientes a la estructura de la música de baile, y el propio estilo, como tal, era ya armónicamente vacío. Estos músicos, en definitiva, buscaban elevar la calidad del jazz desde el nivel de una música de baile utilitaria a aquella que se asemejara más a una forma de arte de cámara. Asimismo, intentaban modificar el estatus del músico de jazz, de ser un simple entretenedor para convertirlo en un artista. Se iniciaba así la que vino a ser la gran revolución del Bebop, que marcaría el arranque de la Edad Moderna del Jazz.

La gestación de la revolución bopper tuvo lugar en los locales del barrio negro de Harlem donde los blancos ni podían ni querían acceder. Uno de estos locales, ubicado en una sala del Hotel Cecil, había adquirido una importancia particular como punto de encuentro de los futuros reformadores del jazz. Este local era el Minton’s Playhouse, y era propiedad del ex saxofonista Henry Minton.

En este local había una banda oficial, por así decirlo, formada por Joe Guy (trompeta), Thelonius Monk (piano), Nick Fenton (bajo) y Kenny Ckarke (batería), pero al grupo solían unirse cada noche algunos de los músicos que solían pasar por allí, como Coleman Hawkins, Art Tatum, Teddy Wilson, Benny Carter, Oscar Peterson, Charlie Christian, Lester Young o Roy Eldridge. Poco después comenzaron a ir por el local otros jóvenes como el pianista Bud Powell, los trompetista Dizzy Gillespie, Miles Davis y Clifford Brown, los bateristas Max Roach y Art Blakey, el contrabajista Charlie Mingus y un saxo alto llegado de Kansas que desde el primer momento causó sensación: Charlie Parker, al que todos llamaban "The Bird".

En las jam-sessions que se organizaban en el Minton's se creó un estilo, el bebop, que se caracterizaba por el uso frecuente de los registros agudos de los instrumentos y por sus frases frenéticas y nerviosas en las que se eliminaba cualquier nota innecesaria, comprimiendo todo a la menor medida posible. En cierta ocasión dijo un músico de bop: “todo lo que se sobreentiende, se deja fuera”. Muchas de estas frases se convierten en clave para mayores desarrollos musicales. Podríamos compararlas, salvando por supuesto las distancias, con lo que en taquigrafía se llama “sigla o abreviatura”: hay que oírlas tal y como se leen los fraseogramas, creando relaciones ordenadas con los pocos signos hechos precipitadamente.

Pero la verdadera transformación, la esencia última de la revolución del Bebop, no fue tanto armónica como rítmica, tradición fundamental e hilo conductor en toda la evolución del jazz. Mientras los músicos de Swing, que habían utilizado ritmos con tiempos medios, con registros de entre 100 y 200 golpes por minuto, los boppers comenzaron a estandarizar tiempos que superaban los 300 golpes, una velocidad donde muy pocos eran capaces de expresarse. Contrariamente, cuando tocaban baladas bajaban el tempo hasta hacerlas inapropiadas para el baile.

Estos tempos rápidos también fueron responsables en parte de otra transformación que venía a darle la vuelta a lo que había sido norma y ley en el jazz hasta entonces: el paso del “on beat” al “off beat”. Con anterioridad a la revolución del Bebop, el jazz siguió fundamentalmente el procedimiento de comenzar y acabar las frases en el primer y tercer tiempos del compás, los tiempos fuertes. Hacia 1940, Charlie Christian, Dizzy Gillespie y Charlie Parker iniciarán y terminarán las frases en los tiempos débiles, esto es, los tiempos 2º y 4º, exactamente lo contrario. Esta nueva manera de tocar y, fundamentalmente, de estructurar el ritmo, significó la ruptura con toda la música anterior. A estos músicos ya solo les faltaba tener un himno que coronara su gloria, y lo firmó uno de sus principales impulsores, Dizzy Gillespie: "Salt Peanuts".

Todas las innovaciones que trajo el bebop produjeron un notable cambio en la sección rítmica. Por un lado, en la batería, en lugar de marcar el pulso con el bombo, pusieron el énfasis en el platillo ride para mantener un patrón rítmico constante. Esto daba a los baterías más libertad para explorar las posibilidades de todos los elementos del instrumento y permitía a los virtuosos del bebop tocar a mayor velocidad. Por otro, el instrumento que venía a tomar el papel central de la sección era el contrabajo, que hasta este momento había permanecido en la más absoluta oscuridad. Así, el contrabajista pasa a ser ahora el encargado de marcar el ritmo, no solo limitándose a delinear los acordes a medida que se producían sino también ofreciendo la exposición de un mayor número de líneas melódicas, convirtiéndose en una voz de singular importancia para el nuevo jazz hasta el punto de que tocar sin contrabajo se antojaba algo impensable. Como consecuencia de todo esto, la forma de tocar estos instrumentos comenzó a evolucionar y, con el piano ya totalmente liberado de soportar la base rítmica, tanto bateristas como contrabajistas aportaron un extraordinario grado de solidez rítmica y armónica y multiplicaron su capacidad incisiva y su poder de respuesta a los giros de los solistas, que ellos podían ahora empujar sutilmente en una u otra dirección.

Hubo también en los 40 varios intentos de llevar el bop a las grandes orquestas. Por una de ellas, la de Billy Ecksyine, pasaron los principales renovadores que dio el bebop, entre ellos Fats Navarro, uno de los pioneros en improvisar sobre ritmos latinos. Con Dizzy como director musical de esta orquesta, la incorporación del baterista Chano Pozo servirá para introducir los ritmos cubanos en la banda. Dizzy, que tenía un espíritu inquieto y buscaba siempre profundizar en la música y las posibilidades de su lenguaje, estaba seducido por la música de la orquesta de otro cubano, Machito, y buscó en Pozo el aporte de ese ritmo caliente cubano. También los músicos cubanos encontraron en el bebop una horma mejor para sus ritmos que la que les ofrecían los patrones de las orquestas de Swing. Se consolidaba así, y gracias a la estrecha relación entre Machito, Dizzy y Parker, la fusión de los sones de la isla con los nuevos ritmos afroamericanos y nacía lo que más tarde se denominó, primero, "cu-bop" y, después, jazz latino. La crítica establece como fecha de su nacimiento el 29 de Septiembre de 1947, con el histórico concierto de Dizzy y Chano Pozo en el Carnegie Hall.

Si en la década anterior, en la era del Swing, las estrellas indiscutibles del jazz vocal fueron Ella Fitzgerald y Billie Holiday, con el bop nos llegaron las voces poderosas de otra pareja inclasificable: Carmen McRae y Sarah Vaughan, "Sassy". Carmen McRae poseía una increíble sensibilidad para el ritmo y una forma de cantar muy especial que se configuraba por la variedad de modulaciones de su canto, dramatismo y juego de inflexiones, donde se podían encontrar todas las reacciones humanas. Sarah Vaughan fue la voz de los boppers y representó en la lógica de esta música un elemento armónico indispensable. En polémica con el vocalismo tradicional, basado en la interpretación fiel del tema, y remitiéndose con frecuencia a la técnica del scat, modulando en tiempos más prolongados, Sassy consiguió formular con su voz un tipo de discurso en el que la palabra cedía el puesto a la sensualidad sonora, desarrollada al unísono con la trompeta o con el saxo, creando así una masa homogénea con gran poder de persuasión. Mientras la Vaughan se convertía así en el polo opuesto de Ella Fitzgerald, un tema interpretado por la propia Sassy (escrito originalmente para Billie Holiday y revisitado por Charlie Parker) se convertía en símbolo de todo un movimiento. El nombre del tema, "Lover man".

En cuanto a los cantantes masculinos, podemos destacar a Earl Coleman, cuya sonora voz de barítono era acompañada ocasionalmente por Charlie Parker, el propio Dizzy Gillespie, con su voz alta y sonando como oriental, Mose Allison, que tradujo blues blancos y negros de su estado natal de Mississippi a un lenguaje de jazz moderno, y Johnny Hartman, con una flexible y fluida forma de fraseo.

Bajo la influencia de la vanguardia que representaba el Bebop, muchos músicos empezaron a orientar su música hacia el pasado: se quería escuchar música sencilla. Hubo un renacimiento del estilo New Orleans, o como se llamó en Estados Unidos, un revival, que emprendió su carrera por todo el mundo. Pero pronto el revival llevó a una música tradicional de cliché simplificada, de la que se apartaron decididamente los músicos negros. Aparte de los pocos músicos aún vivos de la vieja Nueva Orleans, para los que la expresión musical correspondiente a ellos se hallaba en el jazz tradicional, no hubo en todo el renacimiento del Dixie un solo músico considerable de piel negra, aunque esta observación le parezca un poco fuerte a más de uno. El revival fue abandonado, así, y particularmente en Europa, cada vez más a las manos de los aficionados blancos.

Después de todo lo expuesto, resulta claro manifestar que el bebop representaba algo más que una mera forma de tocar o un estilo musical. Era también, o sobre todo, el corazón y la raíz de una serie de ideas sociales. Asociada a esta música existía una actitud que se manifestaba en el lenguaje, la forma de vestir, las costumbres y el comportamiento. En definitiva, en hábitos sociales. Esta actitud respondía a los cambios producidos en el pensamiento de los negros afroamericanos durante las décadas de los 20 y los 30, por lo que no debe sorprender que también cambiara la música, su música, por completo. Para estos músicos de jazz, el bebop representó una declaración de independencia y buscaron con ello reafirmar su negritud recuperando una música que, de alguna manera, sentían que los blancos habían desvirtuado. El bebop, en el sentido exacto de la definición, fue una revolución musical. Estos músicos pusieron el mundo del jazz literalmente patas arriba y se sentaron en la cima. Ellos fueron, en definitiva, los que sentaron las bases del jazz moderno.






























UNA PEQUEÑA HISTORIA DEL JAZZ ( y X)






CAPITULO 9.
EL JAZZ DEL CAMBIO DE SIGLO.


Tras los grandes movimientos de fusión que tuvieron lugar en los años 70 y 80, las distintas vías abiertas, incluyendo el neo-clasicismo, generaron a lo largo ya de la década de los 90 una vasta escena mundial que, en su conjunto, denominamos "jazz contemporáneo" y que incluye diversas corrientes y formas de jazz.

Una de esas corrientes es el llamado Post Jazz, con origen en las formaciones de la nueva escena avant-garde neoyorquina que promovieron una revolución "blanca" donde se apostaba abiertamente por fusionar el jazz con músicas tradicionalmente dominadas por los blancos, como el rock o la música clásica de vanguardia, y que tuvo como principales pioneros a John Zorn y Eugene Chadbourne. Esta revolución neoyorquina se dejó sentir tanto en el tipo de material en el que los músicos se estaban embarcando como en el tipo de técnicas que empleaban para improvisar, recogiendo influencias de todo tipo y fusionándolas sin limitaciones conceptuales. Uno de los más destacados creadores de este movimiento es el guitarrista Bill Frisell, quien asimiló en su obra influencias del jazz y del rock, pero también del folk o incluso de la música eclesiástica.

La última década del pasado siglo va a deparar para el jazz varios centros de interés. Por un lado, la revolución post jazz neoyorquina tendrá su réplica en Chicago con una excelente nueva hornada de improvisadores creativos como, por ejemplo, Myra Melford o Ken Vandermark. Por otro, en Manhattan se escenificará abiertamente el enfrentamiento entre los músicos del Uptown, bien trajeados y defensores de la conservación de las esencias, y los del Downtown, con su estética urbana y su discurso posmoderno. Y también tendrá lugar en esta década un revival de la música para big-bands, con compositores como Wayne Horvitz, quien desarrolló la idea de un jazz progresivo de cámara, Marty Ehrlinch, que recogió la influencia del jazz tradicional, la improvisación, la música ligera y la música clásica de vanguardia, y María Schneider, alumna y colaboradora de Gil Evans y que resucitó el estilo de su maestro en álbumes para orquesta como "Evanescence" o "Coming About".

A finales del siglo XX el legado del free era aún muy visible entre la comunidad jazzística negra, particularmente en la escena de Nueva York, donde destacaban nombres como David Ware, Craig Harris y Matthew Shipp, o los de los grupos Jazz Passengers y los B Sharp Jazz Quartet, que jugaban entre el free y el hard bop. Pero más allá de las fronteras de Nueva York continuaban apareciendo artistas para reelaborar los conceptos establecidos por generaciones de jazzistas anteriores de múltiples y creativas maneras. Ejemplos de esto son el argentino Guillermo Gregorio, los canadienses Paul Plimley y Eyvind Kang y los norteamericanos Josh Roseman, Ben Allison y David Binney.

La revolución que había traído consigo la música electrónica ejerció también su influencia en el desarrollo del jazz de finales del siglo XX, que asistió al surgimiento de una nueva generación de músicos que venían de la tradición del free pero que recogían influencias de la vanguardia clásica y de la electrónica. Cabe destacar dentro de esta línea de jazz electrónico a Ben Neill, inventor de la "mutantrumpet", una trompeta modificada electrónicamente que permitía controlar variables de un ordenador mientras se tocaba; a Miya Masaoka, quien caminó entre las fronteras de la música clásica, el jazz, la música electrónica y la música tradicional japonesa; y a Tyondai Braxton y Nils Petter Molvaer, que experimentaron con la manipulación de loops orquestales y samples.

Si hacia finales de los 60 Miles Davis se metió en las aguas revueltas del rock para llegar a grandes audiencias (y también para darle al jazz un baño refrescante), el cruce con el rap en los 90 parecía seguir esa lógica de retroalimentación y fusión eterna. El jazz-rap, por tanto, venía a suponer un intento de rendir tributo y de revigorizar el pasado mientras expandía los horizontes del presente. Musicalmente, el jazz-rap usa ritmos típicos del hip-hop con bases sampleadas sobre las que se construyen fraseos e instrumentaciones de jazz. Voces importantes dentro del estilo fueron, entre otros, The Sound Providers, 88-Keys, Kase-o, Kanye West, Guru o Us3, en cuyo álbum "Hand on the torch" todos los samples provenían del catálogo de Blue Note y con el que el sello ganó su primer disco de oro gracias al sencillo "Cantaloop".

Y llegamos finalmente al jazz del nuevo milenio, un jazz que nos deja tres características importantes. En primer lugar, revoluciones pedagógicas como las del Berklee College of Music de Boston, que si bien han podido restar emoción autodidacta al jazz, vienen preparando en las últimas décadas a unas generaciones de músicos mucho más abiertas de mente, músicos más desprejuiciados y proclives a dar una refrescante vuelta al calcetín del canon. El segundo aspecto importante es que existe un flujo continuo de artistas de distintos estilos interactuando entre sí, lo que hace que el nuevo jazz difumine mucho más sus límites en vez de ofrecer una escena de espacios binarios contrapuestos. Y en tercer lugar, que el jazz del siglo XXI parece caminar hacia una renegociación de términos, repensando el pasado en un ejercicio de revisión y expansión. No regenerar la tradición pero tampoco cerrarse a ella. Esa es la forma de hacer y entender el jazz hoy.

También hay que destacar en el jazz del siglo XXI la relación de músicos y público con internet. La red global no sólo tiene una enorme influencia en la forma en que ahora consumimos música, sino también en la que los artistas han tenido que adaptarse al nuevo modelo conectando con el lenguaje de sus propias experiencias culturales. El jazz ya no es algo que se transmite como legado sino que es un sonido que recobra energías en la medida en la que dialoga con su propio tiempo peleando un lugar en los algoritmos que rigen las grandes redes sociales. Fruto de todo esto, las figuras del jazz son ahora "artistas globales" que llenan igual pequeños clubes que grandes escenarios, y todo retroalimentado con el crecimiento alentador de nuevos públicos.

Con poco más de un siglo de vida, probablemente el jazz sea el único género musical que ha madurado tanto y a tanta velocidad, siendo hoy en día un estilo con eco planetario. Ya no están entre nosotros figuras como Ellington, Fitzgerald, Trane, Parker, Holiday, Monk, Gillespie o Davis, es cierto, pero mientras desde el sector más purista se ha querido reducir todo el debate a preservar la “esencia” del jazz, intérpretes como Jason Moran, Shabaka Hutchings, Kamasi Washington, Joshua Redman, Esperanza Spalding o Cécil McLorin Salvant nos están mostrando día a día cómo el pasado puede ser presente con maneras nuevas y emocionantes.

Como dijo Louis Armstrong, “el hot puede ser cool y el cool puede ser hot, y cada uno de ellos puede ser ambos; pero hot o cool, tío, el jazz es jazz”. Y esa es, más allá de falsas diatribas, la única esencia. Porque la música no dejará de moverse y evolucionar y los músicos de jazz siempre encontrarán un camino.

























UNA PEQUEÑA HISTORIA DEL JAZZ (IX)






CAPITULO 8.
1980: NEOTRADICIONALISMO Y LAS NUEVAS MÚSICAS.


El jazz ha representado siempre para los negros americanos la alternativa popular a la música clásica, pero desde la popularización masiva del rock y la aparición de las distintas fusiones que tuvieron lugar en los 70, así también como por el camino que tomó el free, el jazz fue alejándose cada vez más de sus orígenes, lo que lo llevó a entrar en una pronunciada crisis de identidad.

Es en este escenario que, con la llegada de la década de los 80, surge un movimiento neo-tradicionalista que cambiará el orden de las cosas: en lugar de abanderar una nueva revolución, en el sentido en que lo hicieron los boppers o el free, reivindicaron una vuelta a los orígenes trasladando los términos del debate desde la dicotomía "free jazz/jazz fusión" al debate entre los defensores de la pureza del estilo (neo-tradicionalismo) y los partidarios de su evolución. Así, los elementos distintivos del Bebop, del Swing e incluso del jazz de Nueva Orleans, comenzaron a ser usados de nuevo entre los músicos, quienes de esta forma promovieron una nueva popularidad para el jazz.

El movimiento neo-tradicionalista de los 80, también conocido como "neo bop", tomó sus primeros impulsos en los combos del saxofonista Dexter Gordon y en el grupo VSOP, fugaz reunión de los músicos del antiguo quinteto de Davis que a finales de los 70 retomaron la senda mainstream del post bop. Este revival del bop también influyó a músicos como Kenny Barron, Brad Mehldau, Joshua Redman o Steve Turre.

En otros casos, el neo-tradicionalismo tomó sus raíces más allá del bop, en el mismo Swing, como ocurre con músicos como Warren Vaché o Scott Hamilton, músico este último que se inició en la Big Band de Benny Goodman y que en los últimos años lo podemos ver desplegando su saxo recio y redondo con influencias de Hawkins y Webster junto al quinteto de Joan Chamorro y Andrea Motis o acompañando a la barcelonesa Sant Andreu Jazz Band.

Pero el principal abanderado del neo-tradicionalismo es, sin duda alguna, el trompetista de Nueva Orleans Wynton Marsalis, considerado como el músico de jazz de mayor impacto mediático de los últimos 30 años y uno de los más grandes trompetistas de la historia del jazz.

Desde sus inicios, Marsalis no sólo apostó por un jazz acústico y pegado a la tradición que preservara la identidad del jazz de los afroamericanos sino que incluso ejerce una labor crítica muy combativa contra prácticamente todo el jazz de vanguardia realizado desde mediados de los 60. Marsalis encabeza el llamado movimiento de los Young Lions (jóvenes músicos que actualizaron la tradición hard bop) y realiza un gran trabajo de revisión de la historia del jazz clásico al frente de la Jazz at Lincoln Center Orchestra, donde desarrolla además una enorme labor de divulgación de la cultura del jazz y de formación de jóvenes talentos. También junto a su familia (sus hermanos Branford, Delfeayo y Jason y su padre Ellis, todos ellos destacados músicos de jazz) ha contribuido a la revitalización del jazz de Nueva Orleans.

A mediados de los 80 surgió en Brooklyn, Nueva York, un colectivo de jóvenes músicos afroamericanos que se presentaron con un sonido y unas ideas nuevas sobre la expresión creativa. A estas ideas las llamaron "M-Base concept" (Macro Basic Array of Structured Extemporization) y fue así como los críticos finalmente denominaron al movimiento y a la escena de jazz que representaron. Sin embargo, Steve Coleman, su principal impulsor, insistía en que M-Base no era un estilo sino una forma de pensar respecto a la creatividad musical.

En líneas generales, esta propuesta buscaba aproximar su música, muy influenciada por Ornette Coleman, a los movimientos musicales contemporáneos, entre ellos el funk y el hip-hop y a la música étnica africana, intentando recuperar los principios rítmicos de la Great Black Music. Para ello se basaron en la superposición de estructuras rítmicas de distinta métrica sobre las que cada instrumentista iba improvisando.

Entre los músicos que formaron parte del movimiento estaban, entre otros, Steve Coleman y su grupo Five Elements, Greg Osby, Graham Haynes y Cassandra Wilson.

De forma paralela al movimiento M-Base, en los night-clubs de Inglaterra una serie de DJs lideraron una revisión del funk jazz que vino a llamarse Acid Jazz y que suponía una mezcla de fusión con latin-jazz, música de baile acid-house, blues, psicodelia, R&B y hip-hop. A finales de la década, el término Acid Jazz pasó a ser el nombre de un sello discográfico creado para dar salida a grupos e intérpretes que frecuentaban este estilo. Entre sus primeros representantes están Charlie Hunter o el trio Medeski, Martin & Wood, pero no tardaron en surgir derivaciones más enfocadas a las pistas de baile como el James Taylor Quartet o Jamiroquai. Otras bandas importantes fueron Mondo Grosso, United Future Organization, The Jazz Warriors y Count Basic.

Este estilo derivó en los 90 en lo que se conoce como Nu Jazz o "jazztronica".

Los años 80 también nos depararon el despegue definitivo del New Age Jazz, un estilo que ya apuntaron a mediados de la década anterior músicos como Mark Isham o William Ackerman. Precisamente fue Ackerman quien acuñó este término para definir un estilo de música instrumental de corte atmosférico y cuyo origen se podía rastrear en las fronteras del jazz con la música clásica, el folk e incluso con la psicodelia, la electrónica y las filosofías orientales.

El New Age Jazz estaba principalmente dirigido a un público acomodado y urbano y era una música genuinamente blanca cuyo centro neurálgico se situaba en la Costa Oeste de EEUU. Algunos de sus principales representantes fueron George Winston, Michael Hedges, Glen Vélez y el grupo Shadowfax, liderado por el saxofonista e intérprete de lyricon Chuck Greenberg.





















UNA PEQUEÑA HISTORIA DEL JAZZ (VIII)






CAPÍTULO 7.
FUSIÓN Y JAZZ ROCK.


El nacimiento de un nuevo estilo en la historia del jazz casi siempre había coincidido con los cambios de década. Para no faltar a la costumbre, también sucedió en el paso de los 60 a los 70. Pero este nuevo estilo no significará ninguna revolución como las del bop o el free. Este nuevo estilo de los 70 se desarrolla orgánicamente de lo precedente, tal y como hizo el cool a partir del bop o como el estilo de Chicago del de New Orleans. Ahora nos encontramos en los albores de una nueva era estilística que supondrá un conglomerado de free, tonalidad y estructuras del jazz tradicional, música clásica europea moderna, elementos de culturas musicales exóticas y blues, todo arropado por los sonidos que llegaban del rock.

A finales de los 60 el rock ya era la música más popular en los Estados Unidos, por lo que no es de extrañar que se convirtiera en un elemento que a la postre resultara determinante para el jazz de los 70, aunque en realidad esa influencia empezó antes -y un poco a la inversa- con grupos de rock que venían experimentando con el jazz, tales como Soft Machine, Chicago, Caravan y, sobre todo, las distintas formaciones de Frank Zappa. Pero también por el lado de los músicos de jazz había cierta inquietud por la música rock. Como declaró el guitarrista Larry Coryell, considerado el padrino de este estilo, "amamos a Davis, pero también amamos a los Rolling Stones". Y en ese viaje de ida y vuelta, la pieza clave volvería a ser la mente lúcida de Miles Davis, quien en 1970 daría el banderazo de salida para el movimiento de integración del jazz y el rock con la publicación de su álbum "Bitches Brew". Eran los 70 y había nacido el jazz fusión, también conocido como jazz eléctrico o jazz rock.

El disco, en el que participaron músicos como Tony Williams, Ron Carter, Herbie Hancock, Wayne Shorter o John McLaughlin, supuso una revolución en el sonido del jazz, introduciendo una instrumentación y unas estructuras rítmicas muy cercanas al rock. Aparecían ya con total normalidad teclados y sintetizadores, guitarras amplificadas con pedales de efectos, también el bajo se electrificaba, y la batería lograba elaborar la agresiva extroversión del rock bajo las premisas del alto nivel rítmico del jazz. Davis, quién si no, volvía una vez más a firmar un álbum que marcaría el devenir del jazz.

Si en el trayecto del bop al cool se domó, por así decirlo, una música que al público le parecía caótica para darle una estructura, digamos, entendible, en los 70 el jazz fusión hizo lo propio con la libertad del free. No obstante, los motivos que condujeron a esas situaciones fueron bastante distintos en ambos casos. En los 50 no dejó de estar presente cierto miedo: el miedo a una música cada vez más complicada y el miedo a destruir los esquemas tradicionales. También el miedo al rechazo del gran público, a las bajas audiencias y, por tanto, al paro y al hambre. Pero en los 70 no hay ya ese miedo. Esta vez se ha recorrido hasta el final el camino apuntado por los boppers con todas sus consecuencias y los músicos que han vuelto de ese viaje ya no renunciarán nunca a la libertad ganada. Han aprendido hasta dónde y para qué son libres y eso es, precisamente, lo nuevo de la melodía y la estructura del jazz de los 70, que la libertad del free sigue audible en ellos.

Tras la estela marcada por Miles Davis, el jazz fusión se abrió en un amplio abanico que, en honor a su nombre, mostraba distintas influencias: el rock enérgico en Larry Coryell, Jean Luc Ponty, Jack DeJohnette o Gary Burton; el free complejo y personal en Charlie Haden, Carla Bley o Paul Motian; la third-stream sofisticada en David Friesen o en el grupo Oregon; el blues y la música hindú en John McLaughlin y su Mahavishnu Orchestra; Brasil y la música latina en Chick Corea y su banda Return To Forever; el funk en Herbie Hancock o en los Brecker Brothers...

Pero hubo un grupo que se convirtió rápidamente en el más importante del movimiento y, de paso, en uno de los más importantes de la historia del jazz: Weather Report. Formada originalmente por Joe Zawinul, Wayne Shorter, Miroslav Vitous, Airto Moreira y Alphonso Mouzon, esta banda obtuvo un considerable éxito desde sus inicios, aunque fue la llegada del bajista Jaco Pastorius la que supuso el empuje definitivo con álbumes como "Black Market" o "Heavy Weather", con los que alcanzaron un notable éxito comercial.

Una corriente importante en el jazz de los 70 fue el jazz-funk, una música caracterizada por su acentuado groove y por el uso de sonidos electrónicos, con frecuencia por la presencia de los primeros sintetizadores analógicos. La mezcla de la música funk, del soul y del rhythm’n’blues con el jazz, junto a las experiencias del jazz rock, tuvieron como consecuencia la creación de este estilo cuyo espectro es bastante amplio y va desde lo que es pura improvisación de jazz hasta ejemplos mucho más apegados al soul, al funk o incluso a la música disco con arreglos, riffs y solos jazzeros. También se desarrolló otra variante más que los críticos llamaron "free funk" y que suponía la combinación del funk con el jazz avant-garde y el free. Algunos de los músicos de jazz funk más destacados fueron Gary Bartz, The Crusaders, George Duke, Kool & The Gang, The Brecker Brothers, Pee Wee Ellis, Maceo Parker y Herbie Hancock, que junto a su banda The Headhunters le puso la guinda psicodélica al estilo.

A mediados de los 70, el funk jazz y el jazz fusión experimentaron un viraje hacia terrenos más comerciales cercanos al pop y al soul. Nacía así el smooth jazz, llamado años más tarde, y de forma algo socarrona, "música de ascensor".

El smooth jazz se desarrolló a partir de una reelaboración más comercial del legado que habían dejado los músicos de fusión, caracterizándose por un ritmo ligero y sin pretensiones de base funky, por un sonido elegante y alejado de la racionalidad del bebop o de la energía del funk jazz y donde el aporte general de la banda importaba más que cada uno de sus elementos por separado. Dentro de este estilo cabe destacar a David Sanborn, Bob James, Ben Sidram, Eric Marienthal, Michael Franks, Dave Grusin, Dave Valentin, Al Jarreau, Chuck Mangione, los grupos Yellowjackets y SpyroGyra y, de forma destacada, el guitarrista y cantante George Benson, quien publicó álbumes tan aclamados y representativos del estilo como "Breezin" y "Give me the Night". El éxito comercial sin precedentes de estos músicos, con una música que mezclaba elementos del pop ligero, del soul y del jazz fusión, jugó un papel importante al familiarizar al público no aficionado con los sonidos del jazz.

Tras la gran influencia de guitarristas de jazz más mainstream de las décadas de los 50 y 60 como Joe Pass, Wes Montgomery o Barney Kessel, entre otros, la guitarra eléctrica en los 70 había alcanzado gracias a la influencia del rock una popularidad sin precedentes que no tardó en verse reflejada en el mundo del jazz fusión con la aparición de un buen número de músicos que la veían como el instrumento dominante en la nueva escena del jazz, tal y como el saxo lo había sido en épocas anteriores. Como impulsores de este nuevo estatus para las seis cuerdas podemos citar a Ralph Towner, del grupo Oregon, Larry Coryell, John McLaughlin o John Abercrombie. Destacan igualmente guitarristas como Larry Carlton, de The Crusaders, el japonés Kazumi Watanabe, John Scofield, Al Di Meola, Steve Khan, Frank Gambale y Mike Stern.

Pero será Pat Metheny quien reinventará el tradicional sonido de la guitarra de jazz con la publicación de su álbum "Bright Size Life", junto a Jaco Pastorius y Bob Moses, un disco que colocó a la guitarra eléctrica como principal protagonista y que ya mostraba el estilo naturalista y original que Metheny desarrollará más tarde junto a su banda y su inseparable amigo Lyle Mays, el Pat Metheny Group.






























UNA PEQUEÑA HISTORIA DEL JAZZ (VII)






CAPITULO 6.
1960: JAZZ MODAL, FREE JAZZ Y LA SEGUNDA REVOLUCIÓN.


En 1953, el pianista George Russell había publicado un tratado en el que, frente a la secuencia lineal de acordes que desarrollaba el jazz hasta entonces, presentaba una alternativa en la práctica de la improvisación que desarrollaba una nueva formulación usando lo que vino a llamarse "escalas modales". Influenciado por estas ideas, Miles Davis comenzó a trabajar en esta línea en unas grabaciones de 1958 con su sexteto, en el que participaba un pianista también discípulo de Russell, Bill Evans. Muy satisfecho con el resultado, Davis reunió a su sexteto un año después para grabar el que sería el disco que definitivamente sentó las bases de la antesala del "free", el jazz modal. Así, con el álbum "Kind of Blue", Davis volvía a poner todo patas arriba como ya hiciera con el cool y con el hard bop. Este álbum, considerado la obra maestra del jazz modal y una de las producciones más grandes de todos los tiempos, recoge una grabación de tan solo cinco temas en cada uno de los cuales los músicos exploran estas nuevas sonoridades sin ensayos previos y con solo unos pequeños guiones con instrucciones de Davis. Un disco (otro más de Miles) imprescindible.

Siguiendo el camino que, de alguna manera, había marcado una vez más Miles, un grupo de músicos reelaboró las dinámicas del bebop y el hard bop a partir del jazz modal, aunque sin ser asimilables a ninguno de estos estilos. A esta corriente se le denominó Post Bop y marcaría una de las principales vías de desarrollo del jazz en la década siguiente.

Músicos como Bill Evans, Herbie Hancock, McCoy Tyner, Ron Carter, Sonny Rollins y, sobre todo, John Coltrane, profundizaron en esta línea aunque cada uno por sus propios caminos y sin dejar de investigar otras formas compositivas, lo que vino a contribuir en el desarrollo de nuevas tendencias e influencias en el jazz de vanguardia. Entre los discos considerados fundacionales del post bop estarían "Speak No Evil" de Wayne Shorter, "The Real McCoy" de McCoy Tyner, "Maiden Voyage" de Herbie Hancock y "Search for the New Land" de Lee Morgan.

A finales de los años 50 y principios de los 60 la población afroamericana, a través del por entonces creciente Movimiento por los Derechos Civiles, comienza a expresar de una forma más contundente su rechazo a la sociedad blanca que los trata como ciudadanos de segunda. Así, se origina una rápida radicalización ideológica que dará como fruto el Black Power y el nacimiento de posiciones religiosas islamizantes, en donde encontrarán el liderazgo de Malcolm X entre otros. En este escenario, muchos músicos negros comienzan a tomar una conciencia social que les hace comprender que su música puede ser un medio de lucha dentro de este movimiento. Y todo esto, evidentemente, tendrá su reflejo en la música que hacían.

Así, la música negra, como muchos la llamaban, se hizo más negra que nunca al echar por la borda aquello que más la ligaba a la tradición blanca: el orden armónico. Al distanciarse formal y armónicamente del continente blanco, se distanciaban también racial, social, cultural y políticamente de él. Se buscan nuevas formas, nuevos caminos, se vuelve a improvisar colectivamente con líneas salvajes, libres y duras que se cruzan y friccionan entre sí, acercándose al mundo libre de la atonalidad, no tanto desde la vanguardia abstracta europea, sino desde la atonalidad concreta del folk-blues arcaico. El jazz entraba así en una nueva etapa que, si bien comenzó a conocerse como "New Thing", rápidamente tomó la denominación de Free Jazz.

Como todo nuevo estilo, también el Free aportó una nueva concepción rítmica. Los ritmos del jazz que se han expresado en todos los estilos habidos, desde el New Orleans hasta el hard bop, se basan en dos hechos: un metro constantemente sostenido y que era, por lo general, binario o cuaternario, y el "beat" o acentuación de los tiempos de dichos compases y que no solía coincidir con la acentuación europea. El free jazz derrumbó estas dos columnas rítmicas. En lugar del "beat" se comenzó a tocar en base al "pulse", y en lugar del metro, sobre el que los bateristas free pasaban como si no existiera, surgieron grandes arcos de tensión rítmica de una enorme intensidad. Aparte, el ritmo como tal ya no se localizará en ningún grupo concreto de instrumentos sino que se extenderá a la globalidad en una visión moderna de la polirritmia hot.

Otras características a destacar son la interrelación entre melodía y ritmo, que dejarán de ser sectores independientes, la invención espontánea y la atonalidad a que se somete toda la estructura melódico-armónica y la pérdida total del concepto de fraseo ampliando la entonación y el timbre al campo del ruido.

Tres grabaciones de capital importancia, realizadas en 1960, pueden ser consideradas como la piedra angular de la segunda gran (y hasta ahora última) revolución de la historia del jazz. La primera de ellas es el álbum "Free Jazz", una libre y larga improvisación de un doble cuarteto dirigido por Ornette Coleman (sonando cada uno de ellos en uno de los canales estéreo y con ambas secciones rítmicas tocando simultáneamente) y cuyo título servirá para bautizar al nuevo estilo. La segunda, “My Favourite Things”, que impone a la admiración del público internacional la torrencial, embriagadora y apasionada elocuencia de John Coltrane, quien se constituye en la nueva voz que guía a los hombres del jazz. Y la tercera, la grabación de Max Roach "We Insist! - Freedom Now Suite", en la que la música de jazz ofrece su contribución a la lucha por la liberación del pueblo negro, no sólo afroamericano sino también sudafricano, con temas con títulos tan explícitos como "Tears for Johannesburgo" y "All Africa", para dejar claro que la solidaridad y la negritud no conocen fronteras.

Tan importante como las innovaciones rítmicas y armónicas resultó para el free jazz la exploración de la música mundial. Fruto de su posicionamiento político (social, racial) los músicos free, que rechazaban de plano "lo blanco", y por extensión la música europea que había rodeado hasta ese momento la historia del jazz, se lanzarán a descubrir otros mundos en las grandes culturas musicales extraeuropeas, encontrando especial interés en el mundo árabe e hindú. En esta década van a ser muchos los afroamericanos que se conviertan al islamismo y a la confesión religiosa le seguirá el interés por la música del Islam. Músicos como Yusef Lateef, Ornette Coleman, John Coltrane, Randy Weston, Herbie Mann, Art Blakey, Roland Kirk, Sahib Shihab o Don Cherry han expresado su fascinación por lo árabe en composiciones e improvisaciones.

Los músicos del nuevo jazz transformarán música mundial en música con swing y el contacto con todas estas culturas traerá consigo una evidente relación con las distintas filosofías y religiones, lo que va a llevar a los músicos de jazz a expresarse con una intensidad de sentimiento, tanto religioso como casi orgiástico, que antes no se había visto en el jazz. Las grabaciones más importantes y destacadas serán "New Line", donde Don Ellis se basa en composiciones hindúes; la experiencia de Miles Davis y Gil Evans convirtiendo el "Concierto de Aranjuez" del maestro Rodrigo en Flamenco Jazz; "A flat, G flat and C", donde Yusef Lateef transpone a forma de blues motivos japoneses, chinos y egipcios; y el increíble álbum "Noon in Tunisia", donde George Gruntz, Sahib Shihab y Jean-Luc Ponty tocan con músicos beduinos.

Con ambas cosas, con la apertura hacia la música mundial y con la intensidad llevada al extremo, se relaciona la ampliación del free jazz hacia el ámbito del ruido, o mejor dicho, hacia sonidos que no entran en nuestros esquemas musicales pero que sí se registran en la multitud de escalas de las diversas culturas extraeuropeas. Por supuesto, la línea divisoria entre sonido y ruido, que nos puede parecer tan natural, no se puede determinar por medios físicos: se basa en una convención tradicionalista y tácita. Básicamente, la música puede utilizar todo lo que es audible, precisamente en eso estriba su sentido, en la ordenación artística de lo audible.

Al Free Jazz, por tanto, hay que oírlo sin la predisposición de verse identificado o afirmado. La música ya no sigue al oyente, es el oyente el que tiene que seguir a la música, sin premisas, a donde quiera que ella lo lleve, y sin que en su cabeza ni en su sensibilidad haya un solo rincón que a mitad de cada frase le exija que esta continúe de esta o aquella forma. El Free Jazz es, entre otras tantas cosas, toda una invitación a la imaginación y al delirio.

También durante esta década se desarrollará un movimiento, el "avant-garde jazz", que englobará a un grupo de músicos que rechazaban las convenciones del post bop en un esfuerzo por borrar la división entre lo escrito y lo espontáneo. Si bien en un principio era sinónimo del free, el término "avant-garde" comenzó a ser aplicado a una música que difería de éste en que, a pesar de su también clara desviación de la armonía tradicional, poseía una estructura determinada previamente compuesta sobre la que se improvisaba, así como también en que usaba una diferente organización entre solista y acompañamiento. En el seno de la AACM (Association for the Advancement of Creative Musicians) de Chicago, y en el marco de lo que en esta asociación denominaron "Gran Música Negra", un grupo de músicos entre los que se encontraban Roscoe Mitchell y Lester Bowie formaron el Art Ensemle of Chicago, formación que alternaba en su música la historia del jazz con la vanguardia mostrando un interés obsesivo por la improvisación más pura. Otros miembros de la AACM relacionados con este movimiento son Anthony Braxton o Jack DeJohnette.























UNA PEQUEÑA HISTORIA DEL JAZZ (VI)






CAPITULO 5.
1950: COOL JAZZ Y HARD BOP. VANGUARDIA BLANCA Y RESTAURACIÓN NEGRA.


El final de los años 40 y principios de los 50 marcó un momento muy difícil para los músicos de jazz. Había desaparecido la euforia de la inmediata postguerra, con lo que se ponía fin a un ciclo de intensa vitalidad. Los músicos, por otra parte, se fueron encontrando paulatinamente con un público menos numeroso como consecuencia de la propia alteración musical que ellos mismos habían producido y con la que habían contribuido a “destruir el negocio”, tal como decían los empresarios de clubes y salas de baile e, incluso, los propios productores de discos.

El bebop, por otra parte, comenzaba a mostrar síntomas de agotamiento y no pocos músicos advertían que esta música renovadora, provocativa y cargada de invención debía ser digerida y repensada, pero también simplificada para hacerla más fluida y atractiva. Estos músicos pensaban que todo ese material bop debía ser manipulado para refrescarlo y estructurarlo nuevamente de manera refinada y compleja. Les apremiaba la posibilidad de crear, sobre las premisas del bop, una música que tuviera características de arte y que pudiera contemplar algunos valores de la música europea.

En 1948, con apenas 22 años, Miles Davis reunió a un grupo de jóvenes de la escena underground neoyorquina decidido a esta tarea de deconstruir y reconstruir el vocabulario del bebop en un nuevo contexto. Para su primera banda como líder Davis se rodeó de un grupo de otros 8 músicos que incluía una inusual sección de vientos (trompeta, saxo alto, saxo barítono, trombón, trompa y tuba) y desarrolló un repertorio basándose en los arreglos del pianista y compositor Gil Evans, con quién mantenía una estrecha colaboración. Este noneto consiguió finalmente un contrato con el sello Capitol para realizar tres sesiones de grabación que se desarrollaron entre 1948 y 1949. Al principio, el material grabado no llamaría mucho la atención. Sin embargo, el relajado sonido del grupo acabó teniendo una enorme influencia tanto en los músicos que tocaban en él como en el posterior desarrollo del jazz. Aparte de Davis, en la grabación participaron músicos como J. J. Johnson, Gerry Mulligan, Lee Konitz, John Lewis, Max Roach o Kenny Clarke, y el álbum, considerado como uno de los básicos del jazz moderno, tuvo un nombre absolutamente fundacional: "Birth of the Cool". Había nacido un nuevo estilo.

Así, siguiendo la senda marcada por Davis, se comienza a intentar crear sonidos nuevos alejados del sonido bebop, de sus ritmos furiosos, desarrollando un estilo más relajado y orquestal muy cercano a la música clásica europea. Esta reacción clasicista frente al bebop se denominó Cool Jazz y, aunque fue cultivada por músicos tanto negros como blancos y tanto en una costa como en otra de los EEUU, se hizo muy popular sobre todo entre la nueva generación de jóvenes músicos blancos afincados principalmente en California, lo que vino a suponer que se pasara a conocer cómo West Coast Jazz.

La escena cool estuvo, pues, dominada principalmente por músicos blancos como Lennie Tristano, Lee Konitz, Art Pepper, Shelly Manne o Gil Evans. Pero sin duda hubo dos formaciones especialmente influyentes y cuyo trabajo ha trascendido la historia del jazz: el cuarteto que formaron el saxo barítono Gerry Mulligan y el trompetista Chet Baker y el cuarteto del pianista Dave Brubeck junto al saxo alto Paul Desmond. El cuarteto de Mulligan y Baker se caracterizó por no contar con un piano y basaron su trabajo en desarrollar líneas contrapuntísticas con sus instrumentos. Una verdadera pena que esta unión durara apenas un año a causa de "problemas legales" con las drogas. Brubeck, ídolo confeso de Ellington, tenía un estilo que oscilaba entre lo refinado y lo exuberante, con una gran influencia de la música clásica europea. Fue un gran experimentador del compás, componiendo temas en 6/4, 7/4 o 9/8 frente al estándar jazzístico de 4/4. Dave Brubeck creó su cuarteto con Paul Desmond en 1951. Más tarde se les unieron Joe Morello (batería) y Gene Wright (contrabajo), lo que hizo que el cuarteto se reforzara ganando en calidad. En 1959 lograron un enorme éxito con la grabación del álbum "Time out", récord de ventas y audiencia, y en el que aparecía la extraordinaria composición de Desmond "Take Five".

Sobre las bases del cool y del West Coast, hubo un movimiento que buscó una vía de desarrollo desde una influencia más directa de la música clásica. Era la "Third Stream", o Tercera Corriente, término acuñado por el trompista Gunther Schuller (miembro del famoso noneto de Davis) para describir la música que estaban desarrollando algunos artistas intentando establecer puentes entre las formas musicales europeas y el espíritu y la técnica del jazz en un proceso general de abolición de barreras musicales entre ambas. Para Schuller, tres de los discos más representativos de este estilo eran "Miles Ahead", "Porgy and Bess" y "Sketches of Spain", todos de Miles Davis con orquestación de Gil Evans. Una de las formaciones que más fiel se mostró a los principios y la estética de esta corriente fue el cuarteto formado por John Lewis, Milt Jackson, Percy Heath y Kenny Clarque/Connie Kay, el Modern Jazz Quartet, auténtico símbolo de lo que ha venido calificándose como jazz de cámara.

Al igual que el bebop logró acercar el jazz a la polirritmia del son cubano, a finales de los 50 el cool encontró en Brasil y en su nueva bossa-nova un considerable reflejo, aunque esta unión no se desarrollará totalmente hasta los inicios de la década siguiente. Una de las figuras que más hizo por la fusión de ambos géneros fue el saxo tenor Stan Getz, "The Sound", conocido por su estilo ligero y suave influenciado por el maestro Lester Young y que tan bien se pegaba al estilo sedoso de la bossa. Especialmente relevantes fueron su disco "Jazz Samba", grabado junto al guitarrista Charlie Byrd y que rendía homenaje al tema de Jobim "So danço samba", y sus colaboraciones con el propio Tom Jobim (un Grammy por su grabación de "Garota de Ipanema") y con Joao Gilberto y su esposa Astrud (dos Grammys por su álbum "Getz/Gilberto"). No cabe duda de que estos reconocimientos fueron una enorme victoria para el jazz y para la bossa y derivó en la propagación de ésta última por todo el mundo, allanando así el camino para que la música brasileña y sus instrumentos se sumaran al jazz.

El cool y el West Coast tomaron algunas de las innovaciones del bebop pero, en líneas generales, se desarrollaron desde caminos más cercanos a la música europea y a las formas más vanguardistas del Swing, lo que vino con el tiempo a desnudar al jazz de dos de sus principales bases: sus raíces en el blues y la improvisación. Por ello, muchos músicos negros, especialmente en la Costa Este, se sintieron ajenos a estos estilos y reaccionaron contra lo que consideraron una mera usurpación de su música, como ya ocurriera en los años 30. Uno de los primeros músicos en reaccionar fue el propio Miles Davis, quien repudió el cool, el estilo al que él mismo ayudó a nacer, al ver el extremo divorcio a que estaban sometiendo al jazz respecto de sus raíces negras. Pero también este movimiento escondía un trasfondo social: una nueva revuelta de los negros de los estados meridionales, todavía en la búsqueda de su propia identidad, hurgando en el conocimiento de su propio rol en la vida norteamericana y en el tamaño de su fuerza social. Por eso, frente al clasicismo de la música Cool, este grupo de músicos negros van a iniciar el contraataque, prestando nuevamente la atención a la fuente misma del jazz: los blues y el canto religioso.

El punto de partida y referencia permanente de esta nueva generación de músicos fue el bebop, y su música puede ser considerada su reencarnación. Sin embargo, este nuevo bop era más simple, más grave, más agresivo y más duro que el de Parker y Gillespie, y también menos dramático. A esta restauración negra se le llamó Hard Bop. Aparte de la vitalidad y la agresividad, hay otra característica en el Hard Bop que quizás sea la más importante. Nos referimos a la improvisación. Y es que según ellos debía improvisarse de principio a fin.

Junto a Miles, en esta nueva corriente del renacimiento negro se encontraban músicos como John Coltrane, Cannombal Adderley, Benny Golson, Paul Chambers, Art Farmer, Donald Bird, Alvin Jones, Milt Jackson, Thelonius Monk, Johnny Griffin o Sonny Rollins. Músicos a los que, con su vuelta al blues y a la improvisación que el cool había eliminado, parte de la prensa proclamó como los "salvadores del jazz". Pero la verdadera explosión "hard" tuvo lugar con la aparición de los quintetos de Horace Silver y de Clifford Brown-Max Roach y con la de la formación liderada por el batería Art Blakey, The Jazz Messengers.

Otra asociación musical fundamental para el desarrollo del Hard Bop fue la del pianista Thelonius Monk con el saxofonista John Coltrane. Trane, que ya había participado en el quinteto con el que Miles puso las bases de este estilo a mediados de los 50, comenzó a colaborar con Monk en 1957. El sonido que desarrolló con la ayuda de Monk supuso una auténtica revolución para la música de jazz: un estilo de interpretación que usaba grupos de notas (arpegios) ejecutados a alta velocidad o patrones de escala en rápida sucesión en vez de "una nota cada vez", como era usual en una línea melódica tipo. Eran las famosas "sheets of sound", como las llamó el crítico Ira Gitler, y daban la impresión de superficies metálicas que chocaban entre sí. Coltrane usó estas "láminas de sonido" para aflojar los estrictos acordes, modos y armonías del Hard Bop, sin dejar de adherirse a ellos. Esta forma de tocar tan abierta le permitió arpegiar tres acordes simultáneamente, tal y como había aprendido de Thelonius Monk, un enfoque que era armónicamente vertical (acordes) en contraposición a lo horizontal (melodía), idea clave en sus trabajos de esta época. Un buen ejemplo de todo esto se puede escuchar en solos como el del tema "Trinkle, Tinkle", del álbum "Thelonius Monk with John Coltrane" de 1957.

El Hard Bop terminó imponiéndose en el corto plazo de tres o cuatro años, distrayendo la atención de los críticos y de los amantes del jazz blanco californiano, de elección o de origen. Los negros habían recuperado finalmente para sí el jazz.


































UNA PEQUEÑA HISTORIA DEL JAZZ (IV)






CAPÍTULO 3.
1930. LA ERA DEL SWING.


A finales de los años 20, con la segunda gran migración de la historia del jazz, el éxodo de Chicago a Nueva York, los músicos van a encontrar una ciudad donde el jazz goza ya de un nivel importante. Allí, al calor de los clubes de Harlem, había hecho su aparición un interesante grupo de jóvenes negros de clase media que habían recibido una buena formación musical, lo que posibilitaba que pudieran tanto acompañar a cantantes como hacer arreglos y organizar y ensayar con bandas de músicos negros. El hecho de que hubieran aprendido en conservatorios de tradición europea tendría para el jazz notables efectos formativos. Ellos estaban casi predestinados a cambiar el curso y la naturaleza del jazz, y así lo hicieron.

Con este gran éxodo de finales de los 20, convergen en Nueva York tres corrientes: el blues, la tradición de Nueva Orleans, siempre presente, y la precisión del estilo blanco de Chicago, con el que el jazz había perdido mucho de su expresividad pero, por otra parte, había ganado una forma cantable que correspondía a la limpia entonación de la música europea, de tal forma que podía ser vendido a un público de masas. Todo esto, en manos de músicos con una sólida formación musical, desembocaría en la creación de un nuevo estilo: el Swing. Y el vehículo usado para este viaje serían las big-bands.

De entre todos estos músicos, hay que destacar la figura del pianista y arreglista Fletcher Henderson, cuya Big Band ha sido considerada como un permanente punto de referencia para la historia del jazz. En las diferentes formaciones de esta Big Band, los músicos encontraron una libertad de expresión que se contradecía con las rígidas estructuras de las formaciones profesionales de la época. Fletcher Henderson captó un principio básico que luego sería utilizado en todas las Big Bands hasta la actualidad y que consistía en dividir la orquesta en una sección de saxos y otra de metales (trompetas y trombones) haciéndolos tocar en contrapunto: mientras una sección tocaba la línea melódica dominante, también llamada riff, la otra le respondía durante las pausas o punteaba con breves figuras rítmicas. Esto es lo que se llamó estilo riff, o esquema de “call and response”, “llamada y respuesta”, que entroncaba directamente con la tradición del blues.

Dentro de esta Big Band de Fletcher Henderson, hay que destacar dos figuras, el pianista Don Redman y, sobre todo, el saxofonista tenor Coleman Hawkins, quien revolucionó totalmente la técnica de este instrumento y a cuya influencia fueron pocos los que escaparon. Y uno de estos pocos músicos a los que nos referimos fue, sin duda, el también tenor Lester Young, “El Presidente”, como lo llamaban cariñosamente, que a mediados de los años 30 tomó el relevo de Hawkins.

Don Redman formó en 1931 la primera gran orquesta en el sentido de las big-bands modernas, consolidándose en poco tiempo como orquesta residente del neoyorquino Connie's Inn. Esta orquesta constaba de tres trompetas, tres trombones, un grupo de cuatro saxofones de voces distintas y la sección rítmica con piano, guitarra, contrabajo y batería, donde esta última saltaba las restricciones que había tenido impuestas hasta ahora para convertirse en el verdadero motor de la orquesta. La sección de saxos no tardó mucho en integrarse por cinco instrumentos, y lo hizo por primera vez en 1933 con Benny Carter.

Al poco de abandonar la orquesta de Redman, Benny Carter dirigió durante breve tiempo una formación llamada “The Cotton Pickers”, convirtiéndose así en prototipo de un jefe de banda que a partir de él surgirían con bastante frecuencia, el band leader, que es en primer término arreglista y que dirige una orquesta porque quiere y desea llegar a escuchar las ideas musicales que tiene en la mente. Otros band leaders a destacar fueron Cab Calloway, Chick Webb, Ben Webster, Cozy Cole, Jimmie Lunceford, Teddy Wilson, Lionel Hampton y Lester Young.

Pero por encima de toda la influencia general ejercida por Fletcher Henderson, existe en el fondo sólo una importante personalidad, la pesonalidad y maestría de un joven pianista, arreglista y compositor llamado Edward Kennedy Ellington, más conocido como el Duque, Duke Ellington, cuyo verdadero salto a la fama lo constituyó su presentación el 4 de diciembre de 1927 en el Cotton Club acompañado por Bubber Miley a la trompeta, Otto Hardwick al saxo alto, Johnny Hodges a los saxos alto y soprano, Harry Carney al barítono, Joe “Tricky Sam” Nanton al trombón, Wellman Braud al contrabajo y Sonny Greer a la batería. El director, Duke Ellington, ocupaba, por supuesto, el lugar del pianista. Por su orquesta pasaron los mejores músicos de la época y su habilidad para la dirección y la composición lo llevó a los mejores y más importantes escenarios, como el Carnegie Hall. Con un estilo único y difícil de encasillar, Ellington supuso una gran influencia que alcanzó desde las orquestas y músicos de los años 30 hasta los creadores del avant-garde de los años 60.

El trabajo con big-bands de directores como Henderson, Redman o Ellington no solo influyó a músicos negros. También lo hizo con bastantes formaciones blancas, como la banda de los hermanos Dorsey y la orquesta de Artie Shaw. Pero sin duda al que más influyeron fue al clarinetista de más éxito en la década de los 30, Benny Goodman, reconocido como "el rey del Swing" y con el que el jazz hizo su intrusión definitiva en 1938 en el hasta entonces sagrado Carnegie Hall.

Tras formar su primera orquesta en 1934, Benny Goodman es contratado por la emisora NBC para dar un programa semanal llamado "Let's dance", lo que contribuyó a convertirlo en el director preferido por la clase media americana, loca por seguir bailando en aquellos años 30. Declarado antirracista, Goodman comienza a integrar en su banda a famosos solistas negros, como el pianista Teddy Wilson o el vibrafonista Lionel Hampton, con quienes compartirá su cuarteto, completado con el batería Gene Krupa. Fue en este sentido un valiente pionero en la idea de imponer a los empresarios de clubes y locales que sus músicos tocaban con él con independencia del color de su piel.

También hubo, por supuesto, bandas de blancos que no sufrieron la influencia de Henderson o Goodman, como, por ejemplo, la Casa Loma Band, la orquesta de Bob Crosby, que hacía un Swing con influencias de Dixie, y Charlie Barnet, que fundó su primera banda en 1932 y al que debemos temas como, por ejemplo, el famoso “Cherokee”.

El éxodo de músicos provocado, entre otras cosas, por la crisis del 29 no sólo había conllevado una migración de Chicago a Nueva York sino que un buen número de éstos va a buscar suerte viajando hacia la vieja Europa, donde ya se conocía el jazz gracias a que durante la I Guerra Mundial llegaron allí cientos de músicos del sur de EEUU reclutados por el ejército para dar su apoyo a los Aliados. Londres, Bruselas y París se convierten en los principales focos jazzísticos en este continente, donde se organizaban numerosos festivales y conciertos a los que fueron llegando músicos como Coleman Hawkins, Louis Armstrong y Benny Carter. De la mano de éstos el jazz fue saliendo de los teatros para instalarse en los nuevos jazz-clubs, al estilo americano. Uno de los clubs más famosos y activos de la época fue el Hot Club du France, en París, donde en 1932 se formó un quinteto muy peculiar integrado por 3 guitarras, un contrabajo y un violín: ¡lo nunca visto! Sus fundadores eran el violinista Stephane Grappelli y el guitarrista Django Reinhardt y crearon una forma autóctona de Swing caracterizada por la sonoridad y lirismo del violín y por una guitarra poderosamente rítmica de esencia gitana. Habían parido el que se conoció como jazz manouche y en apenas dos años ya corría su música por todo el mundo gracias a un disco memorable, "Dinah".

También hubo músicos que dirigirán sus pasos hacia la ciudad de Kansas, donde el negocio del juego y unas autoridades bastante permisivas hacían que el dinero se moviera fácil. Así, Kansas City se llenó de grandes músicos que empezaron a moldear las raíces del blues, la música de las big-bands y la dinámica llegada del Harlem neoyorquino y la frescura de sus jam-sessions, para dar forma a lo que se llamó estilo de Kansas, un estilo que vino a dar un nuevo impulso al jazz en plena era del Swing. Sin abandonar los esquemas del riff, básicos en el Swing, los arreglos musicales se redujeron y simplificaron; la pulsación del bombo dio paso al hit-hat y el ritmo dejó de depender de una forma de tocar casi milimétrica por parte del baterista; por otra parte, el pianista podía dialogar con el resto de la banda y ya no era una mera réplica de la dimensión total de la orquesta, con lo que ahora pasaba a poder tocar con la misma linealidad de un instrumento de viento. En este escenario, aparecieron grandes músicos como el pianista Count Basie, el contrabajista Walter Page y el baterista Jo Jones para apuntalar un nuevo estilo dentro del jazz y encontrar un lugar de privilegio para la música de Kansas City.

La música afroamericana se extendía un poco más y todo se preparaba para que el gran cambio se produjera: la llegada del jazz moderno.

La década de los 30, aparte de alumbrar el Swing, también fue testigo del inicio de las carreras de dos maravillosas voces, la de la impresionante Ella Fitzgerald, "Lady Ella", y la de la mítica Billie Holiday, "Lady Day". Ambas, junto a Sarah Vaughan, quien inició su carrera una década después, están consideradas como las más importantes e influyentes cantantes de toda la historia del jazz. Ella Fitzgerald contaba con una voz portentosa con una tesitura de tres octavas, una vocalización nítida y una enorme capacidad de improvisación. La voz de Billie Holiday, en cambio, tenía una tesitura muy limitada, pero lo compensaba con un sentido y dominio impecables del swing y con una intensa capacidad interpretativa. Ella debutó como cantante con 17 años en el Harlem Apollo Theatre para pasar a ser estrella indiscutible del Savoy Ballroom de Harlem. Con apenas 15 años, Billie ya frecuentaba distintos clubes de Nueva York y con 17 hizo, bajo la dirección de Benny Goodman, su primera grabación. Ambas cantaron y grabaron junto a los más grandes músicos de la época, como Ben Webster, Roy Eldridge, Johnny Hodges, Teddy Wilson, Louis Armstrong, Count Basie o Duke Ellington. Pero una de las más fructíferas uniones fue la que surgió entre la voz de Billie Holiday y el saxo de Lester Young, "The Pres", otra de las grandes e indiscutibles figuras de la década.

El continuo aumento de transmisiones radiofónicas y la proliferación de salas de baile, donde cada vez se reunía más gente, llevaron a las big-bands a una fuerte corriente de estandarización de su música, haciendo del jazz un producto accesible, fácil de vender y muy del gusto de la mayoría blanca. Esto provocó un paulatino rechazo por parte de los jóvenes músicos negros que propiciaría, a principios de la siguiente década, la gran revolución del Bebop.

























UNA PEQUEÑA HISTORIA DEL JAZZ (III)





CAPÍTULO 2.
1920. EL ESTILO DE CHICAGO.


Con la entrada de Estados Unidos en la 1° Guerra Mundial, Nueva Orleans se convierte en puerto de guerra, lo que provoca el cierre, mediante decreto, del barrio de Storyville. Ya sabemos, la moralidad de las tropas y tal... La consecuencia directa de esta medida será que cientos de músicos quedaron en paro, viéndose obligados a irse de la ciudad para sobrevivir. La mayoría se fue a Chicago, lugar en el que viviría su verdadera gran época el estilo New Orleans. Allí triunfaron, entre otros, el trompetista King Oliver, el pianista Jelly Roll Morton, el trombonista Honorè Dutrey o los hermanos Johnny y Baby Dodds, clarinetista y baterista respectivamente. Pero sin duda, los que alcanzaron mayor éxito fueron el pianista Fletcher Henderson y el trompetista y cantante Louis Armstrong.

Louis Armstrong, también conocido como Satchmo, nació en Nueva Orleans en 1901. Allí comenzó a tocar en varios grupos, como el de Kid Ory, hasta que, emigrado a Chicago como tantos músicos tras el cierre de Storyville, King Oliver lo contrató como segundo corneta de su famosa Creole Jazz Band. La fama que adquirió en Chicago lo llevó a tocar en las más importantes orquestas y a colaborar con las principales intérpretes de blues de la época. Junto a su esposa, la pianista Lil Hardin, creó las formaciones Hot Five y Hot Seven, y el trabajo que realizó con ellas acabaría siendo de una enorme influencia para todo el jazz posterior. Se trata, sin lugar a dudas, de una de las figuras más carismáticas e innovadoras de la historia del jazz y, probablemente, su músico más popular.

También los años 20 están considerados como la gran época del blues clásico urbano, donde destacan claramente figuras como Ma Riney, Mamie Smith, Big Bill Broonzy, Ida Cox y, sobre todo, Bessie Smith, la emperatriz del blues. Con una afinación impecable y un extraordinario sentido del ritmo, Bessie Smith se convirtió no solo en la primera gran estrella negra, lo que le permitió una vida de lujo y excesos en unos años en que los negros carecían de muchos derechos civiles y sociales, sino también en la más influyente para las cantantes que la siguieron. Con Louis Armstrong grabó el "St. Louis Blues", considerado la esencia del blues clásico.

Alrededor de los grandes instrumentistas de jazz y de las famosas cantantes de blues, en los años 20 se generó en el barrio negro de Chicago, en el Southside, una vida jazzística tan intensa como una década antes la había tenido Nueva Orleans, y en la que se reflejaban tanto la vida agitada de la gran ciudad como las tensiones raciales. De forma paralela, y estimulados por toda este ambiente musical centrado en el barrio negro, un grupo de estudiantes, aficionados y músicos blancos se entusiasmaron tanto con lo que tocaban los grandes representantes del jazz de Nueva Orleans que deseaban imitarlos. La imitación no resultó, pero al creer que los estaban copiando, surgió algo nuevo: el estilo de Chicago.

Frente al entretejido múltiple del estilo de New Orleans y su desincronización propia de la rítmica africana, el estilo de Chicago desarrolló unas estructuras donde las melodías se encontraban colocadas paralelamente así como un concepto mucho más amplio de la improvisación, que ahora pasa a ser individual y consecutiva (y no colectiva y superpuesta), pasando uno por uno por los instrumentos de viento, piano o incluso cuerdas, mientras el resto, de fondo, va aportando una base rítmica. Todo esto propició que fuera tomando cada vez más importancia la parte solista. Este estilo desarrollado en Chicago era mucho más dinámico y con una gran economía de recursos, sobre todo en cantidad de instrumentos, y ajustó el sonido a la afinación por influencia de estos músicos blancos, por lo general con formación musical. Es también ahora cuando cobra importancia un instrumento que no se veía en las bandas de New Orleans y que se convertirá con el tiempo casi en el alma del jazz: el saxofón. Este estilo de Chicago vino a suponer en definitiva un gran salto para la historia del jazz.

Los principales representantes de este estilo de Chicago fueron, entre otros, los clarinetistas Frank Teschemacher y Sidney Bechet, los saxofonistas Wood Freeman, en el tenor, y Frankie Trumbawer, en el saxo alto, y el pianista Earl Hines. Pero fue posiblemente el trompetista Bix Beiderbecke su más importante representante, quien, junto a Louis Armstrong, será considerado como uno de los grandes referentes del jazz de esta década.

Ya en 1927, en un local de Chicago, se comienza a usar con cierto éxito un aparato de reproducción de discos. En poco tiempo la moda se generaliza y los locales comenzarán a prescindir de la música en directo, lanzando de nuevo al paro a los músicos de jazz que, generalmente, se ganaban la vida tocando en estos bares. Así, y al igual que ocurriera unos cuantos años antes, los músicos se verán obligados a realizar un nuevo éxodo, pero ahora se moverán mayoritariamente a Nueva York, ciudad en la que ya se vivía y respiraba el jazz, principalmente en el barrio negro de Harlem, y gracias a figuras tan importantes como James P. Johnson, Willie "The Lion" Smith o Fats Waller, y, por supuesto, también gracias a las salas de baile, los teatros y los clubes que la mafia regentaba y usaba como tapadera, como el famoso Cottom Club, en el que se iniciaron infinidad de músicos que unos años más tarde darían mucho de qué hablar.

No sólo la popularización del gramófono, las representaciones de musicales en teatros y vodevils o el auge que empiezan a tener las salas de baile colaboran en esa fiebre del jazz que empezó a correr por todo Estados Unidos a finales de esta década. Otro gran invento vino a revolucionarlo todo: el paso del cine mudo al cine sonoro, un gran paso que se inauguraba a finales del año 1927 precisamente con la película "The jazz singer", interpretada por el cantante Al Jolson y que estaba basada en el musical del mismo nombre estrenado un par de años antes en Broadway. Desde entonces, las comedias musicales se multiplicaron y el jazz también inundó las pantallas.