lunes, 9 de agosto de 2021

UNA PEQUEÑA HISTORIA DEL JAZZ (IV)






CAPÍTULO 3.
1930. LA ERA DEL SWING.


A finales de los años 20, con la segunda gran migración de la historia del jazz, el éxodo de Chicago a Nueva York, los músicos van a encontrar una ciudad donde el jazz goza ya de un nivel importante. Allí, al calor de los clubes de Harlem, había hecho su aparición un interesante grupo de jóvenes negros de clase media que habían recibido una buena formación musical, lo que posibilitaba que pudieran tanto acompañar a cantantes como hacer arreglos y organizar y ensayar con bandas de músicos negros. El hecho de que hubieran aprendido en conservatorios de tradición europea tendría para el jazz notables efectos formativos. Ellos estaban casi predestinados a cambiar el curso y la naturaleza del jazz, y así lo hicieron.

Con este gran éxodo de finales de los 20, convergen en Nueva York tres corrientes: el blues, la tradición de Nueva Orleans, siempre presente, y la precisión del estilo blanco de Chicago, con el que el jazz había perdido mucho de su expresividad pero, por otra parte, había ganado una forma cantable que correspondía a la limpia entonación de la música europea, de tal forma que podía ser vendido a un público de masas. Todo esto, en manos de músicos con una sólida formación musical, desembocaría en la creación de un nuevo estilo: el Swing. Y el vehículo usado para este viaje serían las big-bands.

De entre todos estos músicos, hay que destacar la figura del pianista y arreglista Fletcher Henderson, cuya Big Band ha sido considerada como un permanente punto de referencia para la historia del jazz. En las diferentes formaciones de esta Big Band, los músicos encontraron una libertad de expresión que se contradecía con las rígidas estructuras de las formaciones profesionales de la época. Fletcher Henderson captó un principio básico que luego sería utilizado en todas las Big Bands hasta la actualidad y que consistía en dividir la orquesta en una sección de saxos y otra de metales (trompetas y trombones) haciéndolos tocar en contrapunto: mientras una sección tocaba la línea melódica dominante, también llamada riff, la otra le respondía durante las pausas o punteaba con breves figuras rítmicas. Esto es lo que se llamó estilo riff, o esquema de “call and response”, “llamada y respuesta”, que entroncaba directamente con la tradición del blues.

Dentro de esta Big Band de Fletcher Henderson, hay que destacar dos figuras, el pianista Don Redman y, sobre todo, el saxofonista tenor Coleman Hawkins, quien revolucionó totalmente la técnica de este instrumento y a cuya influencia fueron pocos los que escaparon. Y uno de estos pocos músicos a los que nos referimos fue, sin duda, el también tenor Lester Young, “El Presidente”, como lo llamaban cariñosamente, que a mediados de los años 30 tomó el relevo de Hawkins.

Don Redman formó en 1931 la primera gran orquesta en el sentido de las big-bands modernas, consolidándose en poco tiempo como orquesta residente del neoyorquino Connie's Inn. Esta orquesta constaba de tres trompetas, tres trombones, un grupo de cuatro saxofones de voces distintas y la sección rítmica con piano, guitarra, contrabajo y batería, donde esta última saltaba las restricciones que había tenido impuestas hasta ahora para convertirse en el verdadero motor de la orquesta. La sección de saxos no tardó mucho en integrarse por cinco instrumentos, y lo hizo por primera vez en 1933 con Benny Carter.

Al poco de abandonar la orquesta de Redman, Benny Carter dirigió durante breve tiempo una formación llamada “The Cotton Pickers”, convirtiéndose así en prototipo de un jefe de banda que a partir de él surgirían con bastante frecuencia, el band leader, que es en primer término arreglista y que dirige una orquesta porque quiere y desea llegar a escuchar las ideas musicales que tiene en la mente. Otros band leaders a destacar fueron Cab Calloway, Chick Webb, Ben Webster, Cozy Cole, Jimmie Lunceford, Teddy Wilson, Lionel Hampton y Lester Young.

Pero por encima de toda la influencia general ejercida por Fletcher Henderson, existe en el fondo sólo una importante personalidad, la pesonalidad y maestría de un joven pianista, arreglista y compositor llamado Edward Kennedy Ellington, más conocido como el Duque, Duke Ellington, cuyo verdadero salto a la fama lo constituyó su presentación el 4 de diciembre de 1927 en el Cotton Club acompañado por Bubber Miley a la trompeta, Otto Hardwick al saxo alto, Johnny Hodges a los saxos alto y soprano, Harry Carney al barítono, Joe “Tricky Sam” Nanton al trombón, Wellman Braud al contrabajo y Sonny Greer a la batería. El director, Duke Ellington, ocupaba, por supuesto, el lugar del pianista. Por su orquesta pasaron los mejores músicos de la época y su habilidad para la dirección y la composición lo llevó a los mejores y más importantes escenarios, como el Carnegie Hall. Con un estilo único y difícil de encasillar, Ellington supuso una gran influencia que alcanzó desde las orquestas y músicos de los años 30 hasta los creadores del avant-garde de los años 60.

El trabajo con big-bands de directores como Henderson, Redman o Ellington no solo influyó a músicos negros. También lo hizo con bastantes formaciones blancas, como la banda de los hermanos Dorsey y la orquesta de Artie Shaw. Pero sin duda al que más influyeron fue al clarinetista de más éxito en la década de los 30, Benny Goodman, reconocido como "el rey del Swing" y con el que el jazz hizo su intrusión definitiva en 1938 en el hasta entonces sagrado Carnegie Hall.

Tras formar su primera orquesta en 1934, Benny Goodman es contratado por la emisora NBC para dar un programa semanal llamado "Let's dance", lo que contribuyó a convertirlo en el director preferido por la clase media americana, loca por seguir bailando en aquellos años 30. Declarado antirracista, Goodman comienza a integrar en su banda a famosos solistas negros, como el pianista Teddy Wilson o el vibrafonista Lionel Hampton, con quienes compartirá su cuarteto, completado con el batería Gene Krupa. Fue en este sentido un valiente pionero en la idea de imponer a los empresarios de clubes y locales que sus músicos tocaban con él con independencia del color de su piel.

También hubo, por supuesto, bandas de blancos que no sufrieron la influencia de Henderson o Goodman, como, por ejemplo, la Casa Loma Band, la orquesta de Bob Crosby, que hacía un Swing con influencias de Dixie, y Charlie Barnet, que fundó su primera banda en 1932 y al que debemos temas como, por ejemplo, el famoso “Cherokee”.

El éxodo de músicos provocado, entre otras cosas, por la crisis del 29 no sólo había conllevado una migración de Chicago a Nueva York sino que un buen número de éstos va a buscar suerte viajando hacia la vieja Europa, donde ya se conocía el jazz gracias a que durante la I Guerra Mundial llegaron allí cientos de músicos del sur de EEUU reclutados por el ejército para dar su apoyo a los Aliados. Londres, Bruselas y París se convierten en los principales focos jazzísticos en este continente, donde se organizaban numerosos festivales y conciertos a los que fueron llegando músicos como Coleman Hawkins, Louis Armstrong y Benny Carter. De la mano de éstos el jazz fue saliendo de los teatros para instalarse en los nuevos jazz-clubs, al estilo americano. Uno de los clubs más famosos y activos de la época fue el Hot Club du France, en París, donde en 1932 se formó un quinteto muy peculiar integrado por 3 guitarras, un contrabajo y un violín: ¡lo nunca visto! Sus fundadores eran el violinista Stephane Grappelli y el guitarrista Django Reinhardt y crearon una forma autóctona de Swing caracterizada por la sonoridad y lirismo del violín y por una guitarra poderosamente rítmica de esencia gitana. Habían parido el que se conoció como jazz manouche y en apenas dos años ya corría su música por todo el mundo gracias a un disco memorable, "Dinah".

También hubo músicos que dirigirán sus pasos hacia la ciudad de Kansas, donde el negocio del juego y unas autoridades bastante permisivas hacían que el dinero se moviera fácil. Así, Kansas City se llenó de grandes músicos que empezaron a moldear las raíces del blues, la música de las big-bands y la dinámica llegada del Harlem neoyorquino y la frescura de sus jam-sessions, para dar forma a lo que se llamó estilo de Kansas, un estilo que vino a dar un nuevo impulso al jazz en plena era del Swing. Sin abandonar los esquemas del riff, básicos en el Swing, los arreglos musicales se redujeron y simplificaron; la pulsación del bombo dio paso al hit-hat y el ritmo dejó de depender de una forma de tocar casi milimétrica por parte del baterista; por otra parte, el pianista podía dialogar con el resto de la banda y ya no era una mera réplica de la dimensión total de la orquesta, con lo que ahora pasaba a poder tocar con la misma linealidad de un instrumento de viento. En este escenario, aparecieron grandes músicos como el pianista Count Basie, el contrabajista Walter Page y el baterista Jo Jones para apuntalar un nuevo estilo dentro del jazz y encontrar un lugar de privilegio para la música de Kansas City.

La música afroamericana se extendía un poco más y todo se preparaba para que el gran cambio se produjera: la llegada del jazz moderno.

La década de los 30, aparte de alumbrar el Swing, también fue testigo del inicio de las carreras de dos maravillosas voces, la de la impresionante Ella Fitzgerald, "Lady Ella", y la de la mítica Billie Holiday, "Lady Day". Ambas, junto a Sarah Vaughan, quien inició su carrera una década después, están consideradas como las más importantes e influyentes cantantes de toda la historia del jazz. Ella Fitzgerald contaba con una voz portentosa con una tesitura de tres octavas, una vocalización nítida y una enorme capacidad de improvisación. La voz de Billie Holiday, en cambio, tenía una tesitura muy limitada, pero lo compensaba con un sentido y dominio impecables del swing y con una intensa capacidad interpretativa. Ella debutó como cantante con 17 años en el Harlem Apollo Theatre para pasar a ser estrella indiscutible del Savoy Ballroom de Harlem. Con apenas 15 años, Billie ya frecuentaba distintos clubes de Nueva York y con 17 hizo, bajo la dirección de Benny Goodman, su primera grabación. Ambas cantaron y grabaron junto a los más grandes músicos de la época, como Ben Webster, Roy Eldridge, Johnny Hodges, Teddy Wilson, Louis Armstrong, Count Basie o Duke Ellington. Pero una de las más fructíferas uniones fue la que surgió entre la voz de Billie Holiday y el saxo de Lester Young, "The Pres", otra de las grandes e indiscutibles figuras de la década.

El continuo aumento de transmisiones radiofónicas y la proliferación de salas de baile, donde cada vez se reunía más gente, llevaron a las big-bands a una fuerte corriente de estandarización de su música, haciendo del jazz un producto accesible, fácil de vender y muy del gusto de la mayoría blanca. Esto provocó un paulatino rechazo por parte de los jóvenes músicos negros que propiciaría, a principios de la siguiente década, la gran revolución del Bebop.

























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