martes, 26 de abril de 2011

TODAS LAS CARTAS QUE TE ENVIÉ



TODAS LAS CARTAS QUE TE ENVIÉ,
los trenes que recorrieron furiosos
tus valles y tus sueños,
todo ese rosario de estaciones como letras,
mayúsculas, minúsculas,
tienen tu olor de tierra húmeda,
el olor de ciudad en otoño que me regalaste
aquella tarde tan hermosa.

lunes, 11 de abril de 2011

A LOS QUE NO SABEN




A LOS QUE NO SABEN
les cabe toda la vida en los ojos
en sus ojos enormes
casi transparentes
todo el dolor y el miedo
todo el abismo y el silencio.

Caminan despacio los que no saben
como a tientas y cansados
con sus enormes ojos claros
sin más cuerpo que sus ojos
sin manos y sin bocas
sólo sus ojos enormes
casi transparentes
sólo sus ojos en el camino.

Un desgarro persigue a los que no saben
un viento obscuro
una tormenta de cuervos y alimañas
segándolo todo a sus espaldas
hincando el diente a su inocencia.

Ya no hay risas para los que no saben
ya no hay madres ni nubes ni sueños
sólo sus ojos enormes
casi transparentes
sólo sus ojos en el camino.


miércoles, 6 de abril de 2011

NIGHT CLUB

 
 
 
Apenas se abre la puerta, una espesa luz se te arremolina entre las piernas. Dentro, entre copa y copa, la Mercedes  se adueña de todos los silencios. No hay entonces mujer más hermosa.

El aliento solitario, gintonics de garrafa y mesas bajas con faldilla brillante, ¡bienvenidos al infierno! Un paraíso de mulatas y rubias teñidas y la Mercedes con una luz propia, como en las tablas renacentistas. Levanta la mirada, enciende un cigarrillo y todo se detiene. No hay entonces mujer más hermosa, a pesar de que en sus ojos se levante una sombra como una tormenta que arrastre odio y sueños.

En una cajita metálica guarda fotos, cartas, recuerdos de lo que fue, de una playa blanca y del hambre, de la cara de su madre y sus hermanos, el billete de un avión sucio y sombrío... Algunas noches también recuerda a su padre, y ve su puño duro y preciso golpeándole la cara, el estómago, lo primero que encuentra, y recuerda entonces el sonido quedo de un cuchillo y el cuerpo de su padre desangrado junto a la cama. Aquella noche salió corriendo de su casa, casi sin despedirse, despeinada y llorando, demasiado  niña para correr tanto y tan sola. 

Ahora balancea el mundo a su antojo en sus caderas, como si fuese una diosa −−¿o acaso lo sea?—,  como si de ella fluyese el lento caminar de todos los relojes.

La Mercedes, canto de sirena que te atrapa, vórtice lascivo, todo gravita en torno suyo, de sus ojos, de sus labios, del deseo. Y no hay entonces mujer más hermosa. Sólo la fría luz de la amanecida recuerda ya su nombre antiguo de niña respondona.