lunes, 9 de agosto de 2021

UNA PEQUEÑA HISTORIA DEL JAZZ ( y X)






CAPITULO 9.
EL JAZZ DEL CAMBIO DE SIGLO.


Tras los grandes movimientos de fusión que tuvieron lugar en los años 70 y 80, las distintas vías abiertas, incluyendo el neo-clasicismo, generaron a lo largo ya de la década de los 90 una vasta escena mundial que, en su conjunto, denominamos "jazz contemporáneo" y que incluye diversas corrientes y formas de jazz.

Una de esas corrientes es el llamado Post Jazz, con origen en las formaciones de la nueva escena avant-garde neoyorquina que promovieron una revolución "blanca" donde se apostaba abiertamente por fusionar el jazz con músicas tradicionalmente dominadas por los blancos, como el rock o la música clásica de vanguardia, y que tuvo como principales pioneros a John Zorn y Eugene Chadbourne. Esta revolución neoyorquina se dejó sentir tanto en el tipo de material en el que los músicos se estaban embarcando como en el tipo de técnicas que empleaban para improvisar, recogiendo influencias de todo tipo y fusionándolas sin limitaciones conceptuales. Uno de los más destacados creadores de este movimiento es el guitarrista Bill Frisell, quien asimiló en su obra influencias del jazz y del rock, pero también del folk o incluso de la música eclesiástica.

La última década del pasado siglo va a deparar para el jazz varios centros de interés. Por un lado, la revolución post jazz neoyorquina tendrá su réplica en Chicago con una excelente nueva hornada de improvisadores creativos como, por ejemplo, Myra Melford o Ken Vandermark. Por otro, en Manhattan se escenificará abiertamente el enfrentamiento entre los músicos del Uptown, bien trajeados y defensores de la conservación de las esencias, y los del Downtown, con su estética urbana y su discurso posmoderno. Y también tendrá lugar en esta década un revival de la música para big-bands, con compositores como Wayne Horvitz, quien desarrolló la idea de un jazz progresivo de cámara, Marty Ehrlinch, que recogió la influencia del jazz tradicional, la improvisación, la música ligera y la música clásica de vanguardia, y María Schneider, alumna y colaboradora de Gil Evans y que resucitó el estilo de su maestro en álbumes para orquesta como "Evanescence" o "Coming About".

A finales del siglo XX el legado del free era aún muy visible entre la comunidad jazzística negra, particularmente en la escena de Nueva York, donde destacaban nombres como David Ware, Craig Harris y Matthew Shipp, o los de los grupos Jazz Passengers y los B Sharp Jazz Quartet, que jugaban entre el free y el hard bop. Pero más allá de las fronteras de Nueva York continuaban apareciendo artistas para reelaborar los conceptos establecidos por generaciones de jazzistas anteriores de múltiples y creativas maneras. Ejemplos de esto son el argentino Guillermo Gregorio, los canadienses Paul Plimley y Eyvind Kang y los norteamericanos Josh Roseman, Ben Allison y David Binney.

La revolución que había traído consigo la música electrónica ejerció también su influencia en el desarrollo del jazz de finales del siglo XX, que asistió al surgimiento de una nueva generación de músicos que venían de la tradición del free pero que recogían influencias de la vanguardia clásica y de la electrónica. Cabe destacar dentro de esta línea de jazz electrónico a Ben Neill, inventor de la "mutantrumpet", una trompeta modificada electrónicamente que permitía controlar variables de un ordenador mientras se tocaba; a Miya Masaoka, quien caminó entre las fronteras de la música clásica, el jazz, la música electrónica y la música tradicional japonesa; y a Tyondai Braxton y Nils Petter Molvaer, que experimentaron con la manipulación de loops orquestales y samples.

Si hacia finales de los 60 Miles Davis se metió en las aguas revueltas del rock para llegar a grandes audiencias (y también para darle al jazz un baño refrescante), el cruce con el rap en los 90 parecía seguir esa lógica de retroalimentación y fusión eterna. El jazz-rap, por tanto, venía a suponer un intento de rendir tributo y de revigorizar el pasado mientras expandía los horizontes del presente. Musicalmente, el jazz-rap usa ritmos típicos del hip-hop con bases sampleadas sobre las que se construyen fraseos e instrumentaciones de jazz. Voces importantes dentro del estilo fueron, entre otros, The Sound Providers, 88-Keys, Kase-o, Kanye West, Guru o Us3, en cuyo álbum "Hand on the torch" todos los samples provenían del catálogo de Blue Note y con el que el sello ganó su primer disco de oro gracias al sencillo "Cantaloop".

Y llegamos finalmente al jazz del nuevo milenio, un jazz que nos deja tres características importantes. En primer lugar, revoluciones pedagógicas como las del Berklee College of Music de Boston, que si bien han podido restar emoción autodidacta al jazz, vienen preparando en las últimas décadas a unas generaciones de músicos mucho más abiertas de mente, músicos más desprejuiciados y proclives a dar una refrescante vuelta al calcetín del canon. El segundo aspecto importante es que existe un flujo continuo de artistas de distintos estilos interactuando entre sí, lo que hace que el nuevo jazz difumine mucho más sus límites en vez de ofrecer una escena de espacios binarios contrapuestos. Y en tercer lugar, que el jazz del siglo XXI parece caminar hacia una renegociación de términos, repensando el pasado en un ejercicio de revisión y expansión. No regenerar la tradición pero tampoco cerrarse a ella. Esa es la forma de hacer y entender el jazz hoy.

También hay que destacar en el jazz del siglo XXI la relación de músicos y público con internet. La red global no sólo tiene una enorme influencia en la forma en que ahora consumimos música, sino también en la que los artistas han tenido que adaptarse al nuevo modelo conectando con el lenguaje de sus propias experiencias culturales. El jazz ya no es algo que se transmite como legado sino que es un sonido que recobra energías en la medida en la que dialoga con su propio tiempo peleando un lugar en los algoritmos que rigen las grandes redes sociales. Fruto de todo esto, las figuras del jazz son ahora "artistas globales" que llenan igual pequeños clubes que grandes escenarios, y todo retroalimentado con el crecimiento alentador de nuevos públicos.

Con poco más de un siglo de vida, probablemente el jazz sea el único género musical que ha madurado tanto y a tanta velocidad, siendo hoy en día un estilo con eco planetario. Ya no están entre nosotros figuras como Ellington, Fitzgerald, Trane, Parker, Holiday, Monk, Gillespie o Davis, es cierto, pero mientras desde el sector más purista se ha querido reducir todo el debate a preservar la “esencia” del jazz, intérpretes como Jason Moran, Shabaka Hutchings, Kamasi Washington, Joshua Redman, Esperanza Spalding o Cécil McLorin Salvant nos están mostrando día a día cómo el pasado puede ser presente con maneras nuevas y emocionantes.

Como dijo Louis Armstrong, “el hot puede ser cool y el cool puede ser hot, y cada uno de ellos puede ser ambos; pero hot o cool, tío, el jazz es jazz”. Y esa es, más allá de falsas diatribas, la única esencia. Porque la música no dejará de moverse y evolucionar y los músicos de jazz siempre encontrarán un camino.

























No hay comentarios:

Publicar un comentario