domingo, 25 de septiembre de 2011

OLVIDO



 
El señor García de Sanjuan, Don Cristóbal, al que en casa llamaban todos cariñosamente “abuelo”, después de cerrar el cajón de su mesa con llave y poner la funda a la máquina de escribir, salió de la oficina sin decir una palabra y con la gabardina cuidadosamente doblada sobre su brazo izquierdo.

No había llegado aún a la parada del autobús cuando decidió volver sobre sus pasos y regresar a la oficina. Había olvidado poner el lápiz en el cubilete que, hacía un par de años ya, le habían regalado sus hijos como parte de un lustroso juego de escritorio color naranja.

Pilar, la administrativa, miró extrañada por encima de sus gafas cuando lo vio aparecer de nuevo. No era capaz de encontrar una respuesta a esta vuelta tan repentina, y por eso estiró bien el cuello desde su asiento para ver qué ocurría en el despacho de Don Cristóbal.

Vio cómo a Don Cristóbal se le caía la gabardina al suelo y cómo buscaba, algo dubitativo, un lugar para sentarse. Después lo vio aflojarse la corbata y desabrocharse el cuello de la camisa, y esto sí que le pareció extraño, con manos temblorosas: a pesar de su edad, Don Cristóbal gozaba de un pulso  magnífico que siempre ponía como ejemplo de rectitud emocional y  –nunca se supo bien por qué- de fortaleza cristiana.

Pilar vio también cómo, poco a poco, Don Cristóbal se iba derrumbando sobre su mesa, como si de pronto se le hubieran venido encima todos esos años que pasaba casi sin esfuerzo, y que no eran pocos, pues ya hacía bastante que debía de haberse jubilado.

Sabía que algo raro ocurría y tomó la decisión de entrar en el despacho para ver si Don Cristóbal necesitaba ayuda, como así parecía. Cuando entró, Don Cristóbal estaba llorando, casi sin hacer ruido, pero llorando. Al verla acercarse, levantó la mirada hacia ella y, entre decepcionado y herido, le dijo con un hilo de voz: “Estaba dentro, el lápiz ya estaba en su sitio”. Y le pidió que telefoneara de inmediato a su esposa para que viniese a recogerlo con el coche.



                                                                             

domingo, 18 de septiembre de 2011

LETRAS PRESTADAS (I)

 


 

PEQUEÑO RELATO CON PERSONAJES DEL SEÑOR FOLLET

por Félix Alonso Niza


Johnny Ochopeniques se detuvo y ató el asno a un árbol, al pié del camino que llevaba al priorato. Sabía que por allí pasaría el prior de vuelta de Winchester. Lo esperaría y se lo diría sin remilgos, sabía que Phillips estaba muy ocupado con la inauguración de la Catedral, después de tantos años abriría sus puertas el domingo próximo, ese día vendrían gentes de todos los contornos.
Ochopeniques daba vueltas alrededor del asno y sólo pensaba en el prior, tenía dudas, pero sabía que no había marcha atrás, le pediría que dejase al niño celebrar la primera comunión el mismo Domingo.
-Me quedaré aquí a esperar, y en cuanto llegue se lo digo, vaya si se lo digo. Ya sé que puede que vengan el Rey y el obispo, pero mi niño se lo merece. Ahí viene.
Phillips montaba un dócil y viejo caballo. Mientras se acercaba el prior, Johnny se levantó y cuando lo tuvo delante le preguntó.
-Phillips. ¿Podría el niño hacer la primera comunión el domingo?
-Claro que sí. ¿Algo más Johnny?
- ¿Me lo puedo llevar a Euro Disney?

martes, 13 de septiembre de 2011

DOS CIUDADES CONMIGO (y II)




II

El sueño acaricia la piedra
llegar más alto más arriba
tan alto como el santo
susurro de ancianos
y un corro de niños en la plaza.
La Azabachería rebosa sonrisas
el mercado a la mañana
trajín de compras y de vinos.

Entre Toural y la Quintana
una riada de campanas me sorprende.
Como de libro
la ciudad vieja al otro lado del mundo.
Sólo el viento sigue ya el rastro
de mis huellas.