lunes, 21 de agosto de 2017

DE BARCELONA, BOLARDOS Y NEGOCIOS.









Demasiado tiempo perdido en criticar que los catalanes hablen en catalán, en querer demostrar que la culpa del desorden es de los mossos (que son catalanes y quieren ir a su bola) o de Colau por no gustarle los zoidobolardos.

Demasiado tiempo perdido echándose los muertos unos a otros, alimentando incertidumbres, pero también sonrojo, con su carrera de desmentidos y contranoticias.

Demasiado tiempo perdido mareando la perdiz que alimenta el miedo y el odio para nunca coger el toro por los cuernos, para nunca hablar de los porqués, para querer hacernos quedar a la postre mirando el dedo mientras la luna del terror y sus negocios de sangre sigue engordando.

Ahora crucificarán a las gentes de la CUP (que, de camino, son catalanes de esos de los malos y se pelan mu raros) por llevar a los diarios el vergonzante secreto a voces de la indecencia borbona, por sacarlo del ámbito semicontrolado de las redes sociales, y lo harán también con quien se oponga al literal del tramposo pseudopacto que ellos quieren vendernos como ejemplar, porque ellos lo valen y, sobre todo, porque quien paga, manda.

Y, entonces, un nuevo anuncio de debacles y demonios, de contubernios comunistas contra la una, contra la grande y contra la ¿libre?, nos devolverá a la casilla de salida de perder demasiado tiempo en no explicar por qué ocurren las cosas, a la casilla de poner a funcionar a la prensa para tenernos, otra vez, dos o tres turnos sin tirar, dos o tres turnos (o los que hagan falta) sin pensar.








miércoles, 3 de mayo de 2017

EL ALBERO ES NUESTRO






Dicen los que han estudiado el tema que fue el duque de Montpensier el primero en montar una caseta privada en la feria sevillana. Al buen mozo, las casetas donde se congregaban el resto de mortales le debían parecer poco propicias para el agasaje y el disfrute festeros.

Así empieza la carrera, apenas tres años después de su instauración, para convertir la feria de Abril de Sevilla en una de las más clasistas del universo mundo, para despojarla de su carácter popular a fuerza de arrinconar al “pueblo” en los arrabales de la propia fiesta.

Y es que aquí, que somos como somos, en vez de tomar la senda de aquellos taberneros que abrían al respetable sus negocios y barracas en aquel recién nacido “Real”, y contra todo pronóstico de la razón, elegimos parecernos al señorito y acabamos convirtiendo así el espacio público en un enorme queso donde, hoy por hoy, no llega ni al 5% el número de casetas de libre acceso, no vaya a ser que nos mezclemos.

Es Sevilla tierra de rancios y de regusto por el postureo, aunque es lo segundo lo que verdaderamente nos puede. Para eso parece estar hecha la feria, para el disfrute (o el espejismo) de que opositando a la sevillana ranciedad nos separamos del vulgo. Y aireamos orgullosos que tenemos caseta y que no tendremos que mendigar en las puertas de nadie con que “soy amigo de Antonio, el de la cocina”, ni que nos tendremos que arracimar frente a las públicas, donde entra cualquiera. Y nos mirarán desde abajo, querremos pensar, para así poder mirarlos nosotros desde arriba y sentirnos rancios aunque sea por un día, aunque sea desde lo alto de una montura llevada al extremo del cansancio para mayor gloria de nuestra necedad. Y de nuestra miseria.














martes, 7 de marzo de 2017

ORTOGRAFÍA Y OPOSICIONES: LO QUE EL OJO NO VE. LA NECESIDAD DE UNA EDUCACIÓN PÚBLICA Y DE CALIDAD.






“Me encanta que me haga esta pregunta”. Dándole una vuelta a esta tópica respuesta, y en referencia al reciente caso de las frustradas oposiciones al Cuerpo Nacional de Policía, podríamos convenir en que “me encanta que pasen estas cosas”, porque así se evidencian asuntos de extrema importancia. Y me explico.

La forma extra-insistente en que se ha volcado toda la prensa patria en justificar la (sic) “dureza y dificultad extremas” de la ya famosa prueba, con los “hágalo usted mismo a ver qué tal le sale” a toda página, llama sobremanera la atención y hace pensar si el tema no irá más allá de lo que parece. ¡Y tanto que va!

La prueba, en resumen, ofrecía un listado de 100 palabras que los opositores debían indicar si estaban mal o bien escritas. Y resultó que suspendieron la mayoría de ellos, hasta el punto de hacer peligrar la cobertura de las plazas ofertadas. Un poema, vaya.

Bien. Si piensan hacer el test propuesto por la prensa a modo de justificación de la debacle, no se obsesionen con sacar un “10”. Aproximadamente un 25% de esas palabras eran de difícil solución, es cierto, pues se trataba de americanismos, arcaísmos e incluso de palabras con un uso, simplemente, circunscrito a no-se-yo qué determinada zona geográfica. Pero todo eso era la trampa. O mejor, es la trampa que nos tienden los medios para que miremos donde ellos (los de siempre) quieren que lo hagamos.

El meollo de la cuestión no eran esas palabras confusas y “para eruditos”, como se denuncia, sino ese otro 70-75% de palabras en las que bastaba con identificar las reglas ortográficas de nuestro idioma.

Cualquier persona con el nivel académico mínimo que se exige para opositar al C.N.P. debería pasar esta prueba sin problema. En realidad, debería pasarla sin problema cualquiera en posesión del título de graduado en E.S.O. Pero la realidad nos devuelve un “no apto” como un sol porque de lo que hablamos, en el fondo, es de lo que parece no importar demasiado: la desatención de la educación pública y, como uno de sus resultados, el cada vez más bajo nivel de nuestros jóvenes en materia tan central en un estudiante como es, o debería ser, la correcta expresión escrita, esa batalla que parece ya del todo perdida contra el “wasa”, contra el “muxo” o contra el “keda”.

En este caso, encima, y como agravante, la solución ha sido salirse por la tangente de anular la prueba. Pero flaco favor nos hacemos con esto, pues no deja de ser el certificado de la nula importancia que damos al asunto. Señalar que la prueba no mide las competencias del opositor, como denuncian desde el SUP, es dar por buena (desde dentro, además) la imagen del policía como simple mamporrero que no necesita saber hablar ni escribir porque para eso lleva chapa, como si, en realidad, no se tratara de funcionarios públicos que deben, también y como todos, escribir informes o redactar atestados, o como si no se tratara, sin más, de personas que han debido superar una formación académica mínima.

Aquí, lo que se está dando por bueno, en definitiva, es un sistema que está minando de forma continuada la educación pública en favor de la mercantilización de la enseñanza. Porque este caso ejemplifica a la perfección el final del camino al que conduce ese desmantelamiento de los centros públicos, por un lado, y el vaciado de contenidos curriculares, por otro.

El próximo día 9 de Marzo hay convocada una jornada de lucha en defensa de una educación pública y de calidad. Y para que la educación sea de calidad no sólo es necesario dotarla de recursos económicos, humanos y materiales suficientes, sino que también  es necesario que los planes educativos dejen de ser moneda de cambio del interés partidista, que dejen de escribirlos las grandes empresas para que pasen a ser el trabajo de consenso de toda la comunidad educativa, con especial atención a la opinión de quien más y mejor sabe de esto, los y las maestras; y es necesario, en fin, que se vuelva la mirada hacia las materias que hemos ido perdiendo por el triste camino que emprendimos el día que dimos por bueno prescindir, entre otras, de la filosofía, de la literatura o de las artes para convertirnos en meras máquinas aptas solo para buscar empleo.