viernes, 14 de diciembre de 2012

RECUERDOS

 
 
 
 
 
Para Ángeles, en su memoria.
 
 
Cuando nos reuníamos, siempre te gustaba que contáramos historias de aquellos años en que parecía que nada nos importaba, de cuando vivir era la excusa y todo giraba en torno al vivir mismo. Reíamos entonces al recordar los quince tonos de verde de aquel verano gallego con el amigo Lauro, o el rocambolesco viaje circular a las playas de Bolonia. Tú, los ojos bien abiertos como una niña pequeña, parecías que era la primera vez que escuchabas aquellas historias, y las gozabas, y nos arrastrabas con tu sorpresa renovada a seguir contando viajes, búsquedas, encuentros...
 
- ¿cómo fue aquello de cuando os gastásteis todo el dinero en comprar unas escobas?
 
Y, así, abandonados a los recuerdos, las horas y las risas nos llevaban tan lejos como tus ojos querían.
 
Hoy hace ya un año que nos desjaste, y quería recordarte así, riendo, escuchando absorta, pidiendo más y más recuerdos con los que alimentar los corazones.
 
¿Recuerdas, Ángeles, aquel viaje a Trevélez? Repasando fotos antiguas encontré algunas de aquellos hermosos días en el balcón del cielo, como decía Pau. Y qué mejor día que este para compartirlas contigo.
 
Lola y yo recién habíamos llegado de nuestro viaje de bodas y no dudamos en prolongarlo unos días más en vuestra compañía. Entrañables días aquellos que disfrutamos juntos, entrañables e inmensas noches plenas de estrellas, de risas, de verdades. Y de silencios, porque también los silencios así vividos son hermosos.
 
- ¡Qué fría bajaba el agua del río! ¿Te acuerdas, Pau?
- ¡Si es que se te ponían las manos y los pies morados!
 
Y un destello de emoción y felicidad ilumina tus ojos de nuevo, como a una niña pequeña que se deja emborrachar el alma por las palabras tiernas, amables, de su abuelo en el soleado jardín de la inocencia.
 
 
Lola, Ángeles y Paulino hijo en la ribera del río Trevélez. Agosto, 1996.
 
Pau, Ángeles, Juan Luis y los pequeños Ángeles y Paulino. Río Trevélez. Agosto, 1996.