La primera vez que crucé la bahía a bordo del vaporcito aún era niño. Desde entonces, ya me fascinaron su crujir de maderas, sus colores puros, su ronco ronroneo. Una vez sentado en sus bancadas, se me vinieron a la mente aquellos fantásticos vapores que cruzaban el Mississippi de las novelas de Twain, aquel río lleno de peligros y perdedores, pero también de amistad y confidencias.
El recuerdo del aire salobre y limpio de aquel día, las emociones al descubrir un mar -ahora sí- inmenso y azul, me acompañaron en un sinfín más de travesías, todas hermosas, todas únicas, en las que, inevitablemente, la bahía siempre me llevaba desde El Puerto a una Cádiz de sueño y gaviotas.
Ayer leí la noticia de que el vaporcito desaparecía, sin remedio, bajo las aguas, al pie del muelle Reina Victoria. Y el corazón se me revolvía, se me enredaba ya para siempre en tus sueños marineros.
Vaya en tu memoria esta letra de Paco Alba:
¡Ay vaporcito del Puerto
tú eres la alegría, tú eres la alegría
de ese muelle tan hermoso
con ese rumbo garboso
con que cruzas la Bahía!
Querido Juan Luis,
ResponderEliminar¡Qué texto más hermoso!
Gracias por esta entrada y ¡Viva Cai!
L.
Sin duda alguna, ha sido ésta una mala noticia, no sólo para las gentes de la Bahía, sino para todos aquellos que aprendimos a amarla asomados por la borda de este entrañable barco.
ResponderEliminarGracias por tu comentario, amigo.