lunes, 9 de agosto de 2021

UNA PEQUEÑA HISTORIA DEL JAZZ (II)






CAPITULO 1
LOS ORÍGENES. RAGTIME, NEW ORLEANS Y DIXIELAND.



Al hablar de jazz, la primera afirmación que podemos y debemos de hacer de forma categórica es que la música de jazz nace del choque de dos culturas, la cultura del pueblo blanco por un lado, y, por otro, la cultura del pueblo negro que llega a América a través del mercado de esclavos. Estos esclavos negros africanos en América van a desarrollar una cultura propia de donde nacería la esencia del Jazz.

Las primeras manifestaciones musicales de los esclavos negros serán los work-songs, los hollers y los street cries o pregones callejeros, esto es, las canciones con las que acompañaban las tareas de trabajo y su vida cotidiana y que estaban estrechamente ligadas a las formas musicales originarias de la tradición africana, tales como las composiciones con estructura de llamada-respuesta (call and response) y con acompañamiento de instrumentos de percusión, incluido el propio cuerpo.

También durante el siglo XVIII, la tradición metodista en Estados Unidos popularizó el canto de salmos e himnos cristianos, que eran cantados tanto por blancos como por negros. Así, durante las primeras décadas del siglo XIX los esclavos negros de los estados del Sur fueron creando a partir de estos himnos un cancionero propio, relacionado musicalmente con los work-songs y sus estructuras melódicas. Eran los spiritual songs o negro spirituals, que con el tiempo darían lugar al gospel.

Otro elemento de relieve que encontramos en el origen del jazz es el blues, que supuso asimismo una ruptura con el resto de manifestaciones musicales afroamericanas, ya que, frente al carácter coral y de temática colectiva de otros estilos anteriores, se trataba de canciones que interpretaba un solista en las que plasmaba sus sentimientos personales. Su origen musical está sin duda en los work-songs y en los espirituales, aunque responde a la aparición de un tipo social afroamericano nuevo, más urbano y sin la fuerte conexión con la esclavitud que mostraban esos estilos.

Con el tiempo, y de forma paralela a la proliferación de pianos en Estados Unidos a finales del XIX así como a los avances tecnológicos en las pianolas, las comunidades musicales afroamericanas comienzan a desarrollar unas adaptaciones a su lenguaje de la música de piano europea. Así, surge el Ragtime, un estilo fundamentalmente pianístico y al que aún le falta el rasgo principal del jazz, la improvisación, pero que muestra una concepción rítmica sincopada, por lo que se erige en un clarísimo antecedente del swing, la piedra angular de la música de jazz. El ragtime tuvo su centro de acción en Sedalia, al sur de Missouri, y su principal intérprete fue Scott Joplin.

También a finales del XIX se desarrolló en la zona del delta del Mississippi otro estilo pianístico, el boggie-woogie, aunque éste, a diferencia del ragtime, nunca tuvo la influencia del repertorio europeo. Es más, probablemente sus primeros intérpretes nunca habían escuchado a un pianista de formación clásica. El boggie-woogie surgió de la necesidad de dotar de un acompañamiento rápido y puramente instrumental al blues que se cantaba en los barrelhouses (tabernas donde se servían bebidas a granel) para hacerlo más bailable y se caracterizó por el uso percutivo del piano, que lo alzaba sobre el bullicio de estos locales, y por el efecto hipnótico de sus melodías repetitivas en contrapunto.

La finalización de la Guerra de Secesión supuso la llegada al mercado de una gran cantidad de instrumentos musicales a bajo precio provenientes de las numerosas bandas militares creadas antes de la Guerra. Con la esclavitud abolida, uno de los "logros" alcanzados por la población negra fue el de poder comprar libremente en las tiendas las cosas que les gustaban. Y una de esas cosas serán los instrumentos musicales, fundamentalmente las llamativas cornetas, trompetas, trombones y clarinetes.

Toda esta música llegará, a través del río Mississippi, a la ciudad portuaria de Nueva Orleans, donde se encuentra con una población de muy diversas procedencias. Aparte de la población negra, hay también españoles, holandeses, ingleses y franceses, principalmente. Todo esto supone una gran variedad de raíces culturales y, por otro lado, de folklores y músicas. Así, la población afroamericana, y aunque la mayoría no tiene ni idea de música, usará los instrumentos que van adquiriendo casi como una extensión de sus propias voces, adaptando a esa tradición de espirituales, blues y work-songs toda la música de los blancos y, por supuesto, todo el Ragtime que ahora les llegaba. Surge así el estilo New Orleans, que encontrará su máximo exponente en las llamadas marching-bands, o también wagon-bands, auténticos ensambles callejeros que vendrían a dar forma a las primeras bandas de jazz propiamente dichas.

Se trataba de pequeñas bandas de músicos que, como su propio nombre indica, iban, generalmente, subidas a una carreta y tocaban por las calles. A veces, se encontraban dos o más bandas en el camino y se organizaba entonces una especie de batalla para ver quién era el mejor, o el que más duraba y todo eso… era lo que se conocía contests o battles. Estas marching-bands practicaban la improvisación colectiva a tres voces (trompeta/corneta, trombón y clarinete) en la exposición de los temas, dejando después un amplio espacio a los solos. A los instrumentos de la línea melódica se unían los rítmicos: tuba o contrabajo, caja y bombo o batería, banjo o guitarra y, ocasionalmente, piano.

Las marching-bands, de origen eminentemente callejero, fueron asentándose también como grupos más estables al encontrar el gran campo de cultivo de los locales de Storyville, un barrio de dudosa moralidad donde abundaban los bares, las salas de baile improvisadas, los cabarets y los prostíbulos.

De las aproximadamente treinta bandas que existían por aquella fecha en Nueva Orleans, destacan las del cornetista Buddy Bolden y la del también cornetista Joe King Oliver.

En Nueva Orleans la música de jazz fluía en calles y locales atrayendo a músicos de todo el sur, tanto negros como blancos. Así, no tardaron en formarse bandas exclusivas de músicos blancos, las cuales empezaron a dar un acento especial al jazz que hacían, menos expresivo quizás, pero con más recursos técnicos, con melodías y armonías más pulidas y con una producción del sonido menos primitiva.

A la forma de tocar jazz de los blancos se le llamó Dixieland, o Dixie, para diferenciarla del estilo New Orleans. Las primeras bandas de Dixie fueron las del cornetista blanco Nick La Rocca, The Original Dixieland Jazz Band, y la New Orleans Rhythm Kings.

Debido a su mejor formación musical y, también, al todavía difícil acceso de los negros a ciertos ámbitos, fueron las formaciones de blancos las primeras en realizar grabaciones para gramófono. Así, en 1917, la Original Dixieland Jazz Band graba sus primeros discos, grabaciones éstas que resultarían fundamentales para el desarrollo posterior de la música popular americana.























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