La percepción
que tenemos del paso del tiempo es, cuando menos, extraña, y suele ocurrir que
la distancia se nos aparece a veces más próxima y real que aquello que hicimos apenas
unos días antes.
A principios de
Agosto del año 1984, con apenas la veintena recién cumplida, cargados de ganas
de dejarse llevar por la aventura y con poco más que un colchón de gomaespuma
que ocupaba todo el maletero del coche, tres amigos se hicieron a la carretera
para cruzar la Península de Sur a Norte y vuelta al Sur en un viaje que, con
las tierras gallegas como excusa, acabó resultando una hilarante e intensa
experiencia.
Ayer, con los 50
ya cumplidos, Paulino, Lauro y yo nos volvimos a reunir para celebrarlo, que
treinta años no son poco y bien lo merecían.
Nos hablamos de
aquel iniciático viaje que significó tanto y que nos abrió la puerta a un
sinfín de viajes más porque ya entonces entendimos que esa de descubrir lugares
y personas era la mejor forma para conocernos. Juntos, repasamos la memoria, la
individual y la colectiva, aquella irreverente locura que trazamos treinta años
atrás. Vimos fotos de aquellos días, leímos el diario que hicimos y hasta lloramos
de la risa al recordar ciertos momentos.
Entrañable
velada (en la que también nos acompañó Olga) que dibujó lo que fuimos y lo que
somos, y que, treinta años después, como si fuera ayer mismo, nos devolvió a
esos caminos que tantas veces recorrimos.
Gracias, en fin,
amigos, por tantas cosas, por tanto tiempo, por tanta vida.
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