Mi primer contacto directo con un
escenario fue allá por el año 1982. Era estudiante de bachillerato y tuve la
inmensa suerte de encontrarme en un centro donde se vivía un intenso ambiente
cultural. Allí, de la mano de dos queridos y enormes profesores, Carmen y
Alberto, tuve la oportunidad de adentrarme en un espacio de magia donde la
libertad y la creación eran la verdadera razón de ser, esa palanca con la que
mover el mundo hasta ponerlo del revés.
Como dice el tópico, una vez que
se respira el aire de un escenario, el veneno se te mete dentro y ya no hay
quien te lo saque. ¡Bendito veneno! digo yo. Y hoy, más de 30 años después,
aquí estoy, envenenao perdío y
eternamente agradecido a esos dos amigos que me pusieron en el camino de este
maravilloso oficio con el que me gano el pan y del que disfruto como si fuera
siempre el primer día.
Como profesional, el Teatro me ha
dado mucho, alegrías pero también zozobras, compañerismo y una vida llena de
hermosos momentos y recuerdos, sentirme partícipe directo de la magia.
Porque el Teatro es, sobre todo,
magia. No hay nada comparable a la sensación de sentarte en la platea y dejarte
engullir por esa marea infinita que arrastra el telón cuando se levanta. Sentir
vivas las palabras, vivirlas y empaparte de vida nueva. El Teatro me enseñó el
goce, el llanto, la risa, la ilusión, la disidencia, la crítica, el dolor, la
pasión, la imaginación, lo humano.
Vayan al teatro. Vívanlo. Y
compártanlo con los suyos, enseñen a sus hijos a amarlo, muéstrenles el dulce
camino de la magia porque, estoy seguro de ello, será un buen punto de partida
para hacerlos crecer como Personas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario