Sentados a la mesa
-ella prefirió el café también templado-
me ofreció sus manos
y en sus manos se dibujaban perfiles
sombras sueños.
Un perro enorme y blanco siempre acechante
cine familiar las tardes de domingo
la sinrazón a ritmo de diez en fondo
árboles frondosos también
sombra fresca y amiga
el dulce dolor de la sed compartida
el dolor terrible de los que no volvieron
tu boca tus manos
el calor de tus labios siempre
y tu vientre
henchido feliz mágico
el olor a vida recién parida
crecer otra vez
ahora desde dentro.
Entonces me miró a los ojos
y dijo aquí estásesto es lo que eres
la voz recorrida
el vuelo la palabra
mírate en mis manos.
Y vi así lo que había sido
lo que ahora soy
un hombre normal como cientos
un hombre corriente al cabo
mas con su propia historia
singular imborrable
caos a veces o lluvia menuda.
Y me sentí feliz de serlo.
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