miércoles, 11 de julio de 2012

LETRAS PRESTADAS (II)




RELATO JASTAR

por Paulino García-Donas



Jastarcoño.
Eso es lo que dijo la mujé.
Exactamente dijo "Estoy jastarcoño la caló".

Eso es lo que dijo.
La frutera y la carnicera, al lado, hicieron una mueca cómplice.
Yo observaba la escena, con otra mueca parecida.
Es un super muy mal hablao, con un barrio humilde y de campo al otro lado de la avenida.
Pero, cuando llegan gente nueva, miran... y se reparan.Por eso hay buena fruta y buena verdura y buenos precios.
Me fuí en la moto, en chanclas,
por cebollas, zanahorias, pimientos, y se animaron unos ajos.
Una gitana casi tirada fuera frente de la puerta, a 38º+flama del escape de los aires del local y las cámaras+capa de grasa, pedía pa los 7 de su casa.
Otra mujer entra diciendo que sí, que estará pidiendo, pero que está gordita gordita.
Otra distinta, que acababa de llegar, dice que llevaba media hora, que venga ya!
Eran las ocho y veinte, apróximadamente, y el clima consistía en un calor sofocantito...


martes, 3 de julio de 2012

CAMARÓN. 20 AÑOS.





Fue el 3 de Septiembre de 1983 la primera vez que vi a Camarón en directo. Formaba parte del cartel del Festival Antonio Mairena de aquel año, una edición extraña, pues, debido a su enfermedad, Don Antonio Mairena no tomaría parte en él. Era la primera vez en la historia del Festival que esto sucedía, y, a la postre, la enfermedad se llevaría al Maestro apenas dos días más tarde.

Como casi todo lo que hacíamos por aquella época, el “viaje” a Mairena se organizó sobre la marcha. Antonio, el Trini y yo, con Alberto como perfecto guía-gurú flamenco, apostamos por una noche mágica de sentir y doler mientras tomábamos café, recién iniciada la tarde.

Fue aquella una noche grande, limpia, plena de emociones, donde Camarón desgranó su arte llenando cada rincón del Patio de la Academia con la brisa salobre de la Isla.

Hoy hace ya 20 años que José nos dejó, y el recuerdo de aquella noche mairenera se me aparece ahora vivo, especialmente vivo, trayéndome a la piel de nuevo aquel vendaval de quejío y magia, la catarsis de un rito iniciático y, por muchas razones, emotivo.